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GOLF Campeonato de la PGA

Una apuesta de 100 dólares

Sergio García recuperó su osadía y carácter campeón tras derrotar a Woods en Medinah

Mábel Galaz

Poco después de amanecer, cuando el reloj aún no marcaba las siete de la mañana, dos chavales se saludaban en el primer hoyo del Medinah Country Club. Faltaban 24 horas para que comenzara el PGA y habían decidido jugar su particular campeonato con el aliciente de una apuesta de 100 dólares, una cantidad insignificante para unos chavales que se llaman Tiger Woods y Sergio García.Protegidos por la bruma y la temprana hora, el duelo pasó inadvertido para los 900 informadores acreditados en el torneo. Tras casi cinco horas en el campo, Sergio regresó a su hotel con 100 dólares más y la satisfacción de haber ganado ya su PGA. Esa cita al amanecer resultó crucial en la recuperación de Sergio, convaleciente de la decepción sufrida en el Open Británico, donde no logró pasar el corte. La osadía, el descaro y ese cierto aire de superioridad que siempre le acompañaron volvían a resurgir en él. José Marquina, su agente y amigo, fue el primero en darse cuenta de que algo había pasado cuando se topó con Sergio y le comunicó que acababa de derrotar a Woods. "No volveré a hablar de lo que pasó en Inglaterra. Ahora, lo que quiero es olvidar y ganar este torneo", anunció. Desde ese instante, Sergio comenzó su particular terapia. "Se aisló de todo", cuenta Marquina, "se colocó su coraza y su mirada se transformó. De nuevo era el jugador ambicioso, el campeón".

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Un chico de Borriol

Sergio, El Niño -19 años-, comparte con Tiger, El Tigre -23 años-, muchas cosas. A los dos, la fama les ha atropellado pronto, comparten un estilo similar de ver y jugar al golf. A ellos sólo les vale ganar, estar entre los grandes. Quizá por ese cúmulo de coincidencias, El Niño y El Tigre se han hecho grandes amigos. Sergio ha pasado en sólo un año de tener el póster de Tiger Woods en su habitación a entrenarse con él como si tal cosa. Quienes han vivido de cerca su fulgurante carrera no se sorprenden de lo rápido que ha asimilado todos los cambios que se han producido en su vida. El secreto, dicen, es que Sergio, desde que nació, estaba predestinado para ser un campeón.

El destino o la casualidad quiso que un chaval con un talento innato para el golf naciera en un campo de golf, donde Consuelo, su madre, regentaba la tienda del Club de Campo Mediterráneo, en Borriol (Castellón), y su padre, Víctor, daba clases a los principiantes.

Con sólo tres años, Consuelo le cortó unos palos a medida y Sergio comenzó a dar las primeras bolas. Víctor soñó entonces con que su hijo fuera algún día un buen jugador de golf, pero lo que nunca pudo imaginar es que iba a ser uno de los grandes. Ahora, Consuelo y Víctor disfrutan en Medinah de los instantes de gloria que vive su hijo.

Víctor ya no da clases porque su hijo quiere que le acompañe, aunque a veces no haga caso de sus consejos y terminen discutiendo. Si el padre aconseja un palo, el hijo suele optar por otro para llegar más lejos aunque la apuesta sea más arriesgada. Y es que Sergio confía en su fuerza mental más que en cualquier otra cosa. Su receta del golf es 20% de técnica y 80% de mentalización. Pero no por ello, Sergio deja descuidar otros aspectos de su preparación. Es de los jugadores que visita a diario el gimnasio, a diferencia de otros colegas que concentran todo su esfuerzo en horas y horas de campo. "Ahora, todos los deportistas somos más atléticos", dice, "porque todo tiene que ver con el swing, con la velocidad que le des al palo, con la elasticidad de los músculos, porque empalar, empalamos todos igual".

Su irrupción en el circuito profesional no ha sido una sorpresa para algunos; entre ellos, para Severiano Ballesteros, que desde hace años confía en él y le apadrina. Hace cuatro años, en una encuesta de EL PAÍS a la pregunta de quién era el deportista con más futuro en España, Ballesteros respondió que un tal Sergio García. Nadie sabía entonces de quién estaba hablando.

Hace tres meses, el Consejo Superior de Deportes le concedió una medalla al mérito deportivo, que le entregó la infanta Elena. Pero, ese día, a Sergio le interesaba más conocer a dos de sus ídolos del Madrid: Sanchis y Hierro también premiados. Se saltó el protocolo y se sentó con ellos para hablar de fútbol. Cuando sus padres se acercaron a felicitarle él, emocionado, sólo acertó a explicarles que en un papel arrugado que llevaba en la mano tenía anotado el teléfono móvil de Hierro. Desde ese día, las llamadas telefónicas se suceden. Hierro fue una de las primeras personas que le infundieron ánimo tras su eliminación del Open Británico. Sergio no hace planes para el futuro. No sabe si tras el PGA irá a Colorado o a Múnich para seguir jugando. No regresará a casa hasta octubre. Será entonces cuando estudie la oferta que tiene para quedarse en EEUU el año que viene. "Lo que Sergio quiere", dice su agente, "es estar entre los grandes. Si están en EEUU, allí iremos, y si es en Asia, pues en Asia". La única fecha que tiene marcada es la Ryder Cup, en septiembre.

Cuando regrese a Borriol, lo primero que hará será comprarse un coche para estrenar el carné que obtuvo hace dos meses. Y hará lo posible por conocer a Anna Kournikova, con quien comparte marca de ropa deportiva y por la que siente tal debilidad que cuando negoció con Adidas preguntó más por ella que por el dinero a recibir.

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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