Brasileños en lucha contra la desconfianza
"Aquí nadie te invita a su casa, como si fuera algo sagrado. En Brasil damos mucha más confianza al principio de conocer a alguien y si luego no nos gusta, pues se retira esa confianza y no pasa nada". Para el matrimonio formado por Ivete de Aquino Freire y José Tenorio Veloso, los tres años y medio que llevan en Alicante han sido una continua lucha contra las barreras que la gente de aquí alza en torno suyo. "Hoy lo llevamos mejor porque sabemos cómo se vive aquí y hemos aprendido a conocer a los alicantinos. La gente se conoce desde pequeña y forma grupos cerrados en los que es muy difícil entrar", reflexionan. De hecho, Ivete, después de dos cursos de doctorado y un máster, sólo ha conseguido una amiga, y es holandesa. Es una desconfianza que consideran patrimonio exclusivo de los capitalinos. "Hemos estado en Jaén y la gente te recibe con los brazos abiertos, es mucho más receptiva", afirman. José está inscrito en un curso de radiología en Alcoy y también nota la diferencia. "Los alcoyanos se muestran más amistosos, es gente diferente, que te presta más atención", señala, para advertir que si no se muda allí es "porque en invierno hace mucho frío y en verano mucho calor". Acudir diariamente a la montaña alicantina también le ha servido a José para constatar una diferencia más entre brasileños y valencianos: el sentido de la distancia. "Aquí se sorprenden porque subo desde Alicante todos los días, pero para las distancias de Brasil esto no es nada", señala. Una diferencia que también queda comprobada al inicio de la entrevista: "somos de Rondonia, cerca de la frontera con Bolivia, a unos 400 kilómetros". ¿A qué puede deberse esta desconfianza y reserva de los alicantinos? José e Ivete lo tienen claro: a la desinformación. José es lector habitual de la prensa y apunta a los medios de comunicación como responsables de gran parte de las ideas que se tienen sobre el extranjero. "De allí sólo llega lo malo. De Colombia, la coca. De Brasil, la corrupción, las putas y la violencia. No se pone énfasis en las cosas buenas, sino en la tragedia", critica. Y es que si hay algo que disgusta a este matrimonio son los tópicos. Ivete, profesora en la Universidad de Rondonia, llegó a España con un programa de intercambio entre docentes y para realizar un curso de doctorado. "Cuando alguien comenta que hay una profesora brasileña en la Universidad, todos imaginan a una chica que baila bien la samba, con un buen culo, morena y buena amante, y luego te preguntan: "¿tú eres brasileña?", protesta. Piensan que aquí la gente está poco acostumbrada a lo diferente. Lo que más les gusta. Que haya tantas fiestas. Lo que menos. Echan de menos la alegría y la espontaneidad de sus compatriotas. No pueden entender que cueste tanto hacer amigos. Lo que más les chocó al llegar. El territorialismo lingüístico. "Tenemos dificultad para entender esas cuestiones, porque en Brasil todo el mundo habla portugués y no hay ningún problema", señala José. Cómo nos ven. Su hija de 12 años se ha integrado en la foguera de su barrio y a través de ella han conseguido conocer a "alicantinos de verdad", apuntan. "Es gente muy maja. Lo que cuesta es llegar a conocerlos, pero una vez lo consigues, descubres que son personas muy especiales, muy humanas y muy amigas... pero hasta que llega la oportunidad de conocerlos son muy cerrados", reiteran.
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