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Reportaje:

La encrucijada de Urdaibai

A las puertas del siglo XXI, Urdaibai se encuentra ante una encrucijada. Los próximos años dilucidarán si la única Reserva de la Biosfera del País Vasco y Navarra y una de la quincena existentes en España compagina la protección ambiental con el desarrollo económico sostenible, el objetivo de este singular sistema de protección y un reto que hace dos décadas era un utopía. Con 230 kilómetros cuadrados de superficie -desde el cabo de Matxitxako hasta el alto de Autzagane- y 22 municipios en su interior, la complejidad resulta evidente y los resultados tardan en presentarse. Y si no, que se lo pregunten a algunos de los 45.000 habitantes del área de la reserva, especialmente a los 5.000 propietarios de suelos que sufren las limitaciones que conlleva un espacio protegido: en las zonas rurales no se puede construir y la plantación de especies forestales tiene grandes restricciones. "Si no hay un avance en los próximos años, puede que la gente termine definitivamente mosqueándose porque no vea nada positivo a la reserva. Pero la realidad es que Urdaibai es una zona de oportunidades porque puede recibir ayudas de Europa compatibles con la protección que no existen en otras comarcas", señala Ricardo Hernández, miembro del Taller de Ecología de Gernika, el colectivo verdadero impulsor de Urdaibai hace 20 años, cuando las autoridades sólo veían en este lugar un paraíso para la especulación. Hernández hace balance cuando el pasado martes se cumplieron diez años desde que el Parlamento aprobó la ley de protección de Urdaibai y cuando en diciembre se conmemorará el quince aniversario de la declaración de Reserva de la Biosfera por parte de la Unesco. "Ha habido avances innegables, sobre todo en estos últimos años cuando se ha aprobado el PADAS [el plan de fomento y desarrollo económico] y el Patronato [el máximo órgano de gestión de la reserva, que desde 1990 hasta 1996 apenas funcionó] trabaja con normalidad". Atrás han quedado la falta de un director-conservador, los cuatro años que requirió aprobar el Plan Rector (el primer documento de protección)o los siete del PADAS, junto a la amenaza, en 1995, de la Diputación vizcaína de cambiar la ley para flexibilizarla, en lo que supuso la mayor crisis de la reserva. "Lo peor ha pasado. Los primeros años son los más difíciles y la pervivencia de Urdaibai como reserva es irreversible. En su día la Diputación tuvo reticencias, pero eso ha cambiado", afirma el consejero de Medio Ambiente, Patxi Ormazabal, quien fue, hace diez años, uno de los ponentes de la ley de protección. Los ecologistas apuntan el debe de Urdaibai. "No ha habido una implicación en el proceso de la población local, que no ha estado informada ni ha tenido cauces de participación. Hay sectores económicos, como forestalistas, especuladores y otra gente con poco respeto al medio natural, que ven la reserva como una amenaza a sus intereses. Los políticos no han estado a altura del reto y cada alcalde sólo ve la visión de su pueblo", sostiene Ricardo Hernández. Plasmar lo escrito La clave está ahora en el desarrollo de los planes, que lo plasmado en los papeles se lleve a la realidad. Para ello, se necesita bastante más de los apenas 100 millones de presupuesto anual de que dispone el Patronato de Urdaibai, una miseria en relación, por ejemplo, a los 1.400 millones (1.000 de ellos de fondos europeos) que tiene la reserva de La Garrocha, en Andalucía. "Con los planes sectoriales, sobre turismo, forestales, infraestructuras, cada departamento del Gobierno vasco con estas competencias y la Diputación tienen que aportar dinero", añade. Ormazabal enumera los avances logrados y dice convencido de que "donde antes sólo se veían prohibiciones ahora se vislumbran ventajas". Coincide en destacar la implicación económica de la Diputación, que durante la época de crisis de la reserva pugnó por arrebatar al Gobierno la gestión de Urdaibai. "Creo que con los planes definidos empezará a aportar recursos". El Taller de Ecología opina que Urdaibai está hoy día "en el filo de la navaja, porque si se implica a la población local y ven las oportunidades económicas de la reserva, todo irá por su camino. Pero si no se inyecta más dinero y tenemos un Patronato potente con más respaldo político y económico, la gente terminará hartándose. Vemos un punto de optimismo en la mayor actividad que despliega ahora el Patronato". Ormazabal rezuma optimismo: "La gente tiene que interiorizar que la reserva es positiva para el desarrollo. El turismo en la zona, por ejemplo, es una de las grandes potencialidades".

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