El quilombo socialista
SEGUNDO BRU Quevedo ya tenía claro que el mejor procedimiento, infalible, para que las mujeres vayan detrás de tí es poniéndote tú delante. Algo así acaban de hacer Ciscar y Asunción con el trágala del congreso extraordinario, que han acabado aceptando tras mil renuencias y maniobras dilatorias, diseñadas como mínimo hasta después de las próximas elecciones generales, al observar el profundo calado del disgusto en las bases socialistas y la escandalosa amplitud de la rebelión que ha provocado la falta de sentido político, por no hablar del sectarismo intransigente, de quienes ejectutan lo que otros deciden. Que, para mayor inri, no tienen empacho alguno en desairarlos siempre que ha lugar con tal de intentar salvar el persistente deterioro de su imagen pública. Tal como acaba de hacer Asunción con Juana Serna al anticipar la decisión del próximo congreso y obligarla nuevamente a representar el papel de simple secuaz que le tenían reservado desde el primer momento, lo que personalmente lamento muchísimo al ver como le arrancan a jirones su credibilidad en este empeño. Y aunque comparta con cualquier militante, simpatizante o ciudadano a secas la perplejidad en unos casos, la indignación en otros, la náusea no pocas veces, ante el quilombo que organizan tan pocos en perjuicio de tantos, no puedo admitir sin más que estas tendencias autodestructivas de los socialistas valencianos se deban a comportamientos como los de aquellos roedores de la tundra que de vez en cuando se suicidan en masa. Alguna relación de causalidad -ya sea mecánica u holística, tanto da- debe de existir. Cierto es que nuestro actual sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas permite a las cúpulas oligárquicas que controlan los partidos un amplio margen de discrecionalidad. Que en estas condiciones los aspirantes a ocupar un puesto en cualquier lista centran su objetivo no en maximizar su relación con los electores, como sería lógico, sino con los dirigentes que poseen la preciada capacidad digital de incluirlos o no en ellas, lo cual -aunque aberrante- entra dentro del cálculo racional de quien persigue su propio interés y ordena su conducta en ese sentido de acuerdo con determinadas restricciones, en este caso dadas por nuestro ordenamiento jurídico. Cuestión aparte es que quienes gestionan una organización política no están sujetos a un sistema de sanciones como las que el mercado impone a los responsables de una empresa. El fracaso de un partido no repercute de forma directa e inmediata sobre sus dirigentes, que pueden seguir ocupando -como lo están haciendo y hago salvedad por lo notorio de referirme a nombres- sus cargos orgánicos e institucionales aunque hayan llevado a su partido a la quiebra técnica, políticamente hablando. Pero éstas, a excepción de la última, son consideraciones genéricas que afectan a todos por igual y siguen dejando sin respuesta a los interrogantes de qué ocurre realmente en el PSPV que no pasa en el PSC, por ejemplo, ni en Andalucía, ni en casi ninguna parte. Confieso que no tengo la clave pero más bien me inclino a atribuirla no a pretendidas idiosincrasias colectivas sino a responsabilidades personales bien definidas que acaban por hacer bueno aquello de que cuando uno pierde su futuro tiende con frecuencia a confundir el presente con el pasado. Que le pregunten a Ciscar y a Lerma. Asunción simpre fue el pretérito.
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