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CICLISMO: Tour

Tercer triunfo consecutivo de Cipollini

El belga Steels gana al "sprint" pero es descalificado - El italiano iguala un récord de 1948

Luis Gómez

Tres victorias consecutivas no se habían alcanzado desde 1948. Lo logró el italiano Gino Bartali por aquel entonces, un hombre que fue capaz de ganar dos Tours separados en diez años (1938 y 1948) con una guerra de por medio. Lo igualó ayer otro italiano, Mario Cipollini, pero no es lo mismo: Bartali obtuvo aquel año siete etapas y la general, así que sobran las comparaciones. Cipollini no entró ayer el primero en la meta. Tom Steels fue el más rápido, pero los jueces entendieron que hizo dos maniobras antirreglamentarias al desplazar previamente a Zabel (Telekom) y Svorada (Lampre). Cipollini dijo que no le gustaba ganar por una medida burocrática, pero entendió que la decisión fue justa: "Si Svorada llega a ir al suelo, no sé lo que habría pasado. Después de lo que le sucedió al español Sanromá en la Volta a Catalunya, debemos estar más concienciados del riesgo que corremos". Y se quedó tan tranquilo. Este Tour no conoce otra cosa que la victoria al sprint, pero pocos se quejan de ello.

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Pocos se quejan de ello porque cuando hacen cuentas, les cuadran los números. Una buena parte de los mejores equipos da por buena la tregua y prefieren esperar a que sus líderes vayan al mano a mano de la contrarreloj o la montaña. El pelotón, además, se beneficia de una coyuntura que no ha escapado a nadie: el recorrido evita las carreteras conflictivas, las famosas rotondas, los recorridos urbanos. Ayer mismo, la llegada a Maubeuge vino precedida de un trayecto por autopista: no se detectó una sola rotonda en los últimos 25 kilómetros. Como consecuencia de ello, 172 de los 176 corredores en activo, llegaron juntos a la meta. Sólo se registró una caída en una curva.

Dada la situación, las etapas transcurren sin dejar huella en la general, como una fotocopia de la jornada anterior: escapada bajo control, toque de corneta del pelotón, reagrupamiento general y sprint final. Así, un día tras otro. Consecuencia de ello, los sprinters se apelotonan ahora en la general como resultado de las bonificaciones. Ahí están desde Kirsipuu hasta Zabel (5º) pasando por un Cipollini que se ha situado ya en la segunda posición. ¿Intentará el asalto al liderato aunque sea para vestir de amarillo en la contrarreloj? Muy dudoso, porque tendría que trabajar más de la cuenta: está a 26 segundos de Kirsipuu, lo que significa que necesitaría ganar la etapa y al menos dos metas volantes. Y que Kirsipuu se esté quieto, justo lo que no ha hecho hasta ahora: sabedor de que ya no entra en el sprint final, se procura algunas ganancias en las metas volantes para asegurarse el liderato. Por otro lado, el recorrido de hoy no acompaña tanto como estos días, dado que tres pequeños puertos siembran alguna dificultad en el tramo final.

Además de certificar que un español, Francisco Cerezo (Vitalicio) por más señas, estuvo en una larga escapada de cuatro corredores, la jornada no tuvo otro punto de interés que una pequeña escaramuza en el kilómetro 26. Tras sufrir el pelotón los efectos de varios ataques madrugadores, el paquete se rompió en dos pedazos y delante quedó un conjunto de 22 corredores con algunos notables de la carrera. Ahí estaban Armstrong y también Vinokurov, además de los españoles Arrieta y García Acosta, a los que resulta difícil sorprender. Detrás, hombres como Julich, Zülle, Tonkov o el propio Virenque entre los más renombrados. También Escartín. La brecha provocó un subidón en la tensión de la etapa, cuando se supo que alcanzaban una diferencia cercana a los 50 segundos.

La escaramuza duró 13 kilómetros y obligó a ONCE y a Cofidis a tomar la responsabilidad de la caza. El resto de equipos anduvo perezoso, caso de Banesto, atento a que otros resolvieran los problemas de los demás. Banesto no bajó a Arrieta y García Acosta en auxilio de Zülle, porque parecía claro que la situación tenía arreglo. Y la tuvo. Firmada la paz, el pelotón prefirió el estribillo de estos días: una fuga bajo control. No se recuerda un Tour tan ordenado y monotemático, un síntoma de que nadie las tiene todas consigo.

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