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Discrecionalidad y reglas en el PSPV

La política, en el sentido más amplio del término, siempre se enfrenta a la necesidad de cumplir unas determinadas reglas para tener un cierto éxito. Si el político lo que pretende es solamente dar a conocer una postura testimonial, con su propia credibilidad le es suficiente. Pero si lo que pretende es influir y cambiar la realidad, las cosas cambian. Ya no sólo depende de sus deseos y buenas intenciones sino que tiene que contar con un buen número de factores para traducir sus ideas en hechos. Eso es ciertamente la política, el observar ciertas reglas para, en la medida que se cumplan, transformar la realidad. Viene lo anterior a cuento de la situación actual del socialismo valenciano. Da la impresión de que hemos olvidado algunos de esos principios y que, contrariamente a la experiencia y a los comportamientos de toda organización política, cada uno de nosotros somos capaces de partir de cero y crear nuevos marcos de comportamiento que pueden servir para consolidar una alternativa de poder en las instituciones valencianas. Sin embargo, lo estamos haciendo de tal forma que los que teóricamente son (o eran) los más avanzados en la innovación política (léase Movimiento para el Cambio o Izquierda Socialista), son ahora los que exigen más mano dura con los "movimientos insurgentes de base"; y los defensores de un cierto control del proceso son los que defienden posiciones de mayor consideración a las bases. Cualquiera que observe con una cierta independencia este proceso no puede más que manifestar su sorpresa ante una situación que en nada favorece a las aspiraciones del socialismo valenciano para seguir siendo no sólo una oposición sólida sino alternativa creíble de gobierno. La renuncia de Joan Romero a encabezar las listas a las últimas elecciones autonómicas, desde mi punto de vista, a quien más ha afectado es al mismo proceso de renovación que él encabezaba. Esta no podía ser solamente una alternativa ética a la forma de hacer política, sino que debería de ser una alternativa real para hacer política. Y las alternativas reales, no lo olvidemos, tienen sus reglas. Pensar que toda una organización compleja, como es el PSPV-PSOE, podía depender de una fracción cuyo liderazgo sólo representaba el 33% del partido y que no controlaba todos los niveles de decisión, podía ser éticamente defendible, pero no era real. La renuncia de Romero ha provocado además una situación organizativa tutelada que ha hecho descender la consideración de los socialistas valencianos a los niveles más bajos de nuestra posición respecto a la organización federal del PSOE (¿cómo sino podemos calificar nuestra posición ante las negociaciones para la elección del nuevo candidato a la presidencia del Gobierno español?) y a un enfrentamiento fraccional que se ha agudizado con la elección de los diputados provinciales hasta unos límites difíciles de superar. La situación actual del socialismo valenciano lógicamente, no es la mejor para hacer frente a los retos del futuro. Tanto la situación de provisionalidad de la gestora como la necesidad de un grupo parlamentario fuerte para hacer frente a la mayoría parlamentaria de la derecha y los retos que implican el año que viene las elecciones generales y el congreso del PSOE, exigen una cierta amplitud de miras sobre lo que es conveniente, no sólo para un sector del PSPV-PSOE, sino para toda la organización. La manipulación de la agenda, puede ser buena para los intereses de quien la controla, pero, como se demostró con las pasadas elecciones generales francesas, hay que tener un cuidado especial para que el proceso no se vuelva contra quien abusa de él. En este esquema no cabe duda que tanto Ciscar, Lerma, Asunción y tantos otros, deben de tener un fuerte protagonismo, pero nunca a cambio de hundir las esperanzas de tantos hombres y mujeres que continúan confiando en el Partido Socialista. La observación de ciertas reglas también es útil para la nueva situación. Y éstas nos indican que debemos de procurar tener un fuerte peso en Madrid, tener líderes de consenso que pacifiquen la situación del partido en Valencia y un líder parlamentario al que no se le escatime ningún apoyo en su labor de oposición en las Cortes Valencianas. Posiblemente sea difícil conseguir todo eso. ¿Pero existe para ello un procedimiento distinto a la celebración de un congreso extraordinario cuanto antes?

Martín Sevilla es catedrático de Política Económica de la Universidad de Alicante.

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