Grescas y talibanes J. J. PÉREZ BENLLOCH
La palabra algarabía puede significar tanto una planta de la que se hacen escobas como ruido producido por voces confusas y estridentes, tal cual se describe en cualquier diccionario. En ninguno, raramente, se recoge una acepción muy pertinente a nuestro entender y que podría describirse como vocinglería propia de las campañas electorales. En ello estamos y resultaría prodigioso que de todo este barullo sacásemos algo en claro. No obstante, por su reiteración o singularidad, nos parece destacable la notoriedad de ciertos episodios o golpes bajos tan sólo tolerables, si bien no todos, por la licencia de la lucha por el voto y la subsistencia política. Golpe bajo se nos antoja la persistente alusión que el candidato socialista Antoni Asunción hace al enriquecimiento que su antagonista, el presidente en funciones Eduardo Zaplana, propicia a sus amigos. Debe figurar así en el libreto que le han preparado al efecto sus asesores, obstinados como están en descubrir y aventar corrupciones. Nada que objetar si consideran que se trata de un argumento persuasivo y han hincado el diente en asuntos mollares lo bastante escandalosos como para noquear a su contrincante. Pero habrán de dar noticias más concretas acerca de los beneficiarios y prebendados, pues de tan ambigüa acusación únicamente se desprende que, de existir, son más o menos los mismos que pululaban en el entorno de la Generalitat en anteriores legislaturas. O sea, que convendría precisar el tiro para que la pedrada no acabe siendo un bumerán. Golpe bajo con denodada insistencia la de un tal Rafael Navarro, de Alternativa Valenciana, contra Társilo Piles, alcaldable de UV para el cap i casal. El alternativo se ha propuesto empapelar a su ex compañero y apenas pasa día en que no saque de su carcaj un presunto trapo sucio. Lo grave en este caso es que el acusador habla por boca de ganso, siendo un mero muñeco en manos de quien realmente mueve el guiñol sin haber estimado el grandísimo riesgo que corre. Bien haría su mentor Jesús Sánchez Carrascosa en templar estas acometidas, o templarse él mismo antes de que la maniobra le estalle en las manos. De los debates, como era de esperar, los comparecientes, autonómicos o municipales, se han limitado a confortar a sus leales. Todos se proclaman ganadores del lance, si bien hay que admitir el superior garbo o desahogo con que Rita Barberá, la muy veterana alcaldesa de Valencia, rehoga de triunfalismo sus sonoras naderías. Esta mujer es un fenómeno y le tiene tomada la medida a su feligresía. Casi habremos de agradecerle que sea éste el último mandato para el que se postula. Claro que, después, aún podría ser peor si no se jubila de la política. Imaginarla como la primera dama Molt Honorable es tanto una posibilidad como un sueño goyesco. Y mientras los candidatos se afanan en sus grescas, han emergido unos pocos talibanes indignos de la profesión periodística, expendedores de credenciales acerca de lo que es políticamente correcto para no ser reo de obsecuencia con el partido que gobierna. De momento -pues este rayo no cesará- ya han condenado a prácticamente tutti quanti, sean artistas o colegas, por la penosa veleidad de no compartir sus criterios ni alistarse en su muy personal cruzada contra el PP o cuanto se le asemeje. Ferran Belda y el escuálido clan que ampara nos tienen con el alma en vilo. Ya no sabe uno si dar los buenos días a un popular, y no digamos compartir mesa y mantel, será indicio de venalidad y motivo de expiación. Lástima que el oficio de inquisidor no se cotice, si no en el mercado de la carcajada. Por cierto que, en punto a hilaridad, y en contrapunto a la contundencia de tanto discurso electoral, nada tan refrescante como la página diaria del periódico Información, de Alicante. The Cabaset, especial erecciones. Un alarde de buen tino y humor fresco, con su abundante dosis corrosiva. Un titular del martes pasado decía: "El PSOE afirma que Pina (candidato socialista) tiene muchas posibilidades de perder" y el sumario rezaba así "El PP, en cambio, espera por su bien que los electores impidan que Díaz Alperi repita". Todo un editorial como un capazo hecho de algarabía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.