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Muñeco diabólico IV

CAMPAÑA ELECTORAL COLATERAL. Mercado de Sants. Acto preelectoral del candidato Molins. Oficialmente aún no es campaña electoral pero, en lo que empieza a ser una rancia costumbre peninsular, todos los candidatos se han acogido a la doctrina Comas y han empezado la campaña electoral by the face y en la fecha que han creído más oportuna. Sea como sea, Molins apuesta en este acto decididamente por la estética hombres de Harrelson, de manera que mientras TJ está, como siempre, en el tejado, un comando da vueltas al mercado tocando la telúrica gralla, otro comando está montando un teatro de guiñol y el propio Molins está en el interior del mercado, practicando el cuerpo a cuerpo, dando la mano y colegueando según el peixetera system. Alrededor del teatro de titelles se congrega el público. La escenografía, momentos antes de empezar la función, tiene un algo de escenografía de viaje oficial de Pujol a Japón: hay más periodistas que japoneses. Alguna señora con carrillo, una, snif, ben plantada en un extremo y algún papá y mamá de CiU con niño al uso y con estética de papá y mamá que prefieren montaña a playa. EL PUNTO DE VISTA "TITELLA". La función va a empezar. Empieza. Off: música de la Metro. Algún niño da palmas, pero se raja. Primer cuadro. Aparece Clos en efigie, durmiendo como un ceporro. Intenta despertarle un madelman Maragall, pero Clos no supera la fase REM. La cosa comparte cierta lógica paralela con, glups, la parodia del Alto Mando Republicano que Jaime de Andrade ideó para Raza, the movie. Segundo cuadro. Big Jim Pujol y Geyperman Molins hablan sobre la vida. La voz de Pujol se parece un poco a la voz de Pujol. La sensación es que el imitador iba a imitar a Pujol, sí, pero a mitad de camino le dio corte. Molins gasta, por su parte, voz de personaje principal de La Passió de Esparraguera. Tercer cuadro. Mini-Molins y Magda La Novia de Chucky Oranich salen una tarde por Barcelona e intentan evangelizar a Maragall y a Clos, que sigue grogui mientras inaugura una obra. A estas alturas del montaje, los cuatro críos que presencian el acto optan por el plan B: meterse un dedo en la nariz y hacerlo girar. Cuarto cuadro. Pin y Pon Aznar y Airgamboy Borrell se dan para el pelo, en una vergonzosa actitud antioasista catalana. En el trance, Borrell, además, demuestra que es un mal catalán, momento en que uno espera que aparezca el dimoni y se lo lleve. Cuadro quinto. Los titelles Molins y Pujol se encuentran y vuelven a hablar de la vida con parábolas sencillas, en plan secta Moon. Cuadro sexto. Epi Molins explica a pelo las diferencias entre estar dentro del Ayuntamiento y fuera del Ayuntamiento. Telón. Aplausos en off. Nota crítica: el teatrito reproduce la fachada del Ayuntamiento, por lo que el espectador sentimentalmente formado puede echar en falta un mayor aprovechamiento de la escenografía. Por ejemplo, hubiera sido un buen final poner en ese balcón un titella Van Gaal dándole con la estaca a Òscar. "Té, dolent, dolent, que tu no tenerrr rigmo". EL "TITELLISMO". Tras el acto, aparece Molins. No es un efecto La rosa púrpura del Cairo, que es el Molins auténtico. Nos disponemos a practicar el periodismo de declaraciones, una variante de la información muy hispana y que parece satisfacernos a periodistas y políticos hispanos. A saber: el declarante se pone en medio y los periodistas nos espachurramos a su alrededor hasta que diga algo, en plan conde Lequio. Generalmente, el conde Lequio dice lo justo para un titular y todos contentos. Posiblemente se trata de una manera de comunicar pobre. O de pobres mensajes que comunicar y que, ha quedado la meditación en el aire tras el show, se podrían comunicar en efigie. Bueno. Le pregunto a Molins si el espectáculo está pensado para niños o para adultos. "Adults, adults...".

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