Entrenador nuevo, desastre seguro
Todos los equipos que cambiaron de técnico superado el primer cuarto del curso empeoraron
Se fue Arrigo Sacchi y dejó al Atlético en novena posición, a cinco puntos de la Liga de Campeones y 13 de la promoción, vivo aún tanto en la Copa del Rey como en la Copa de la UEFA. Carlos Aguiar metió al equipo en las semifinales de estas dos últimas competiciones, pero también le echaron: los rojiblancos habían descendido en la Liga al 14º puesto, muy lejos ya de Europa y con la promoción demasiado cerca, a seis puntos. Vino entonces Radomir Antic y el Atlético siguió hacia abajo: ligera mejoría en la Liga, pero eliminación en la Copa de la UEFA. Los movimientos de banquillo en el Calderón no repararon el problema, lo engordaron: Sacchi ganó la mitad de sus partidos, Aguiar el 44%, y Antic sólo el 13%.El caso del Atlético no es una excepción, sino la norma. Lo viene contando la temporada española con insistencia: los cambios de entrenador son definitivamente un mal negocio. A todos los equipos que esta temporada han intentado resolver sus crisis con la fórmula tradicional les ha ocurrido lo mismo. Han empeorado sus números. Le sucedió al Real Madrid, al Racing, al Salamanca, al Tenerife...
Sólo les fue bien al Betis y al Espanyol, casualmente los equipos que primero se decidieron por aplicar la medida drástica. Sus casos completan la regla, le añaden un matiz cronológico. Da la sensación de que el campeonato concede una especie de plazo para que los equipos actúen. Sobrepasado el límite, mejor no tocar nada.
Octubre, mes límite
Miguel Ángel Brindisi ocupó el puesto de Marcelo Bielsa en octubre, cumplidas simplemente seis jornadas, y superó sus cifras (el ahora seleccionador argentino ganó el 17% de sus partidos y perdió el 50%; su sustituto ha vencido en el 35% de sus choques y perdido sólo en el 8%). Javier Clemente suplió a Vicente Cantatore en octubre, tras la séptima jornada, y también mejoró sus estadísticas (ganó más, el 42% frente al 20%, y perdió menos, 42% frente al 50%). Octubre, ése parece el mes clave. Vencido esa fecha, superado el primer cuarto de la temporada, los movimientos en los banquillos ya no surten efecto. Aimar llegó en diciembre, Ortuondo y Benítez en enero, Toshack en febrero, Antic en marzo... Fuera de plazo. Todos empeoraron las cifras de los equipos que intentaban salvar.Al Madrid no le fue mejor después del despido de Guus Hiddink. Los blancos perdieron más con el holandés que con John Toshack (el 30% de sus partidos frente al 27%), pero también ganaron más (58% frente al 54%), marcaron más goles (3,6 por partido frente a 2,1) y recibieron menos (1,39 de media por 1,45). Además, Hiddink dejó al equipo en cuartos de final de la Liga de Campeones, en semifinales de la Copa del Rey y a siete puntos del Barça en la Liga. El Madrid de Toshack está a 13 puntos del líder y fuera de Europa, eliminado por el Dinamo de Kiev.
Al Racing, al Salamanca y al Tenerife tampoco le sacaron de sus respectivas crisis los relevos de entrenador. Al contrario, los tres empeoraron sus números con los nuevos preparadores. De Nando Yosu a Gustavo Benítez, el conjunto cántabro bajó su porcentaje de victorias (32% a 25%) y multiplicó el de derrotas (31% a 50%). El mismo viaje hacia abajo emprendió el Salamanca de Miguel Ángel Russo a Josu Ortuondo: mermaron los triunfos (22% al 17%) y los empates (22% al 8%) y se dispararon los partidos perdidos (56% al 75%). Ahora, desde hace dos jornadas, ocupa el banquillo salmantino el Lobo Diarte. Es pronto para medirle, pero su equipo todavía no ha ganado.
Tampoco se puede juzgar al tándem Robi-Felipe en el Tenerife, que se estrenó, con empate, el pasado domingo. Pero el anterior relevo sí fue nocivo para los isleños. En la comparativa Lillo-Aimar no es necesario acudir a los porcentajes. Ambos dirigieron al Tenerife el mismo número de partidos oficiales, 18: tres victorias ambos, pero dos derrotas más Aimar (9).
Los presidentes de los clubes siguen echando todas las culpas a sus técnicos, despidiéndoles en cuanto asoman los malos resultados. Pero los números les desautorizan, les gritan el error. Alcanzado el primer cuarto de la temporada, ningún entrenador nuevo ha mejorado a su antecesor.
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