Precampaña
ADOLF BELTRAN Para encuestas, la del otro día. La nutrida selección de artistas e intelectuales que el PP reunió al presentar su programa de cultura no deja lugar a dudas. Toda esa gente de las artes plásticas, el teatro y otras disciplinas más o menos subsidiarias de las subvenciones oficiales tiene muy claro cómo irán las cosas el 13 de junio. La precampaña electoral, realmente, ofrece poca emoción. Y no hacen mucho los socialistas por animarla. El candidato sobrevenido, Antoni Asunción, picotea aquí y allá con más ganas que acierto, mientras la pirotecnia popular no se detiene. Un día Zaplana ocupa páginas de periódicos con su propuesta de fiscalidad autonómica, otro chupa cámara al lado de Pujol, o le enciende un cirio a la Mare de Déu del Lledó... El presidente lo tiene muy fácil. Unión Valenciana se deshace en pedazos, el Bloc se galvaniza (una vez más, ¡esta vez sí!) con el sueño de lograr escaños y Esquerra Unida asegura escotillas para hacer frente al ciclón que se cierne. En algunos despachos de Madrid, ciertos dirigentes socialistas observan el panorama enarcando las cejas. Han tomado el control del partido, han liquidado cualquier renovación y se aferran al 30% de fidelidad electoral que les permite, sin riesgo, frenar la apertura. Incluso Borrell aparece ya desarbolado, con un suplente in pectore, el castellano-manchego José Bono, preparado para cualquier emergencia. En el País Valenciano, tras derribar a Joan Romero, sólo les ha fallado un cálculo. El sentido común de Carmen Alborch dejó la maniobra sin un camuflaje atractivo ante la opinión pública. Como Asunción no entraba en sus planes ni en sus simpatías, a esos dirigentes no les inquieta verlo ahora más bien mareado. Sólo Joan Lerma parece no haberse enterado de nada. Dijo la semana pasada que Romero "debe estar arrepentido" de haberse marchado, como si aquella dimisión no hubiera sido el aviso más claro contra el conservadurismo en el que se cuece el PSOE. Dijo también Lerma que no habría dejado a la organización sin candidato en período preelectoral, pero olvidó añadir que él sólo dio la espantada después de perder, y así se ahorró el trance de pasar ni un minuto sentado en los bancos de la oposición a Zaplana.
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