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Trashumantes de la sopa

PACO MARISCAL Viajan tan tranquilos desde la Unión Valenciana al PP o al revés, del PSPV-PSOE al PP o al revés, desde Dios sabe qué independencia política al partido que gobierna o cuyo triunfo electoral se dé por hecho, o al revés. Son figuras trashumantes en el ámbito de la política, y guiñol en el sistema democrático. La generalización está fuera de lugar, porque a derecha e izquierda se tropieza con gente de convicciones a quienes molestan las actitudes de los trashumantes. Pero hay demasiados en la montaña y el llano. El proyecto político que mascan se reduce a una frase hecha: No és lo mateix escudellar que que t"escudellen. A eso se reduce su ideología y sus fuertes convicciones políticas, a mandar o no mandar, a estar con los que mandan o Dios sabe dónde. Su meta clara es estar siempre con los que reparten la sopa, a ser posible. A la secuencia proverbial y en valenciano acudió uno de esos trashumantes, alcalde de una abrupta y bella población de L"Alcalaten. Así que no se trata tan sólo de la trashumante señora de Benidorm que un día entregara la alcadía de dicha ciudad al ahora Presidente de la Generalitat; ni de la ex-consejera de Agricultura de UV que se pasa al PP tras abandonar una consejería llena de faltas de ortografía y el marjal de Pego a merced de unos desaprensivos. No, hay algunas decenas más de adheridos a convicciones sociales y políticas serias y de partido. Por ejemplo, estos días un concejal del PSPV-PSOE de una localidad del Maestrat se presenta como cabeza de lista del Partido Popular en el pueblo vecino, porque no es lo mismo estar en el partido que reparte la sopa que en el que no la reparte. Truena la agrupación comarcal del PSPV-PSOE e indica que es poco ético que el PP tenga que prometer inversiones y utilice el chantaje para conseguir candidatos. Eso es hoy, ahora, en periodo preelectoral. Ayer, entonces, en periodo postelectoral, justificaba un independiente de Dios sabe que su paso al PSPV-PSOE. Y entre otras motivaciones para su viaje político indicó por escrito la siguiente: "Y por qué no decirlo, es el partido que está en el poder y por lo tanto intentar que nos ayude al máximo en conseguir los diferentes puntos [sic] que pensamos realizar en los cuatro años de legislatura". Y añadía a continuación: "Hubiese podido ocurrir que el PSOE no hubiese ganado las autonómicas, y hubiésemos estado en la parte difícil, no ha sido así y hemos acertado [sic]". Claro que ni entonces ni ahora es de recibo esa trashumancia interesada, que no tiene cabida en ningún código sancionador. Una trashumancia, alentada, promocionada o favorecida por esos aparatos electorales de los partidos mayoritarios, que ofrece una visión estrafalaria de la política y de la democracia. En más de una ocasión es una burla al elector. El repartir o no repartir la sopa ocupa en nuestro sistema democrático un lugar intermedio entre la mascarada y el rufianismo político. Y hay que insistir: no son pocos los militantes de derecha o de izquierda que lamentan esas actuaciones que desmerecen y desacreditan la necesaria democracia participativa, y dejan la credibilidad política -también necesaria- bajo mínimos. En ese debate público al que acaba de invitar el candidato Asunción a su adversario Zaplana, no estaría de más colocar el tema de la trashumancia en el primer punto del orden del día. A lo mejor, el uno y el otro podrían acabar ganando credibilidad.

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