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Calidad para competir

Anatxu Zabalbeascoa

¿Para qué diseñar un vaso, cuando tenemos manos capaces de adoptar la forma de un cuenco? ¿Quién necesita las sillas, cuando podemos sentarnos en el suelo? Con esta retahíla de preguntas contestó el diseñador checo Borek Sipek cuando en una pasada edición de la Primavera del Disseny le preguntaron por una razón que justificase sus diseños. Autor de objetos inesperados, como a él mismo le gustó definirse, el proyectista decretó entonces que los caminos del diseño debían ser los de la originalidad, el arte y la comunicación. Entre la postura creativa de Sipek y la que busca hacer un cuenco más sofisticado que unas manos y sillas más cómodas que el suelo, se sitúa hoy la mayoría del mobiliario producido en España. Buscando la comodidad, estirando las posibilidades de la industria y agudizando el ingenio, los diseñadores tratan de predecir las necesidades futuras con olfato de sociólogos. Hasta el próximo día 17, y como un salón acotado dentro del marco de la feria Construmat, el Sidi ( Salón Internacional de Diseño de Equipamiento para el Hábitat) recoge una buena muestra del diseño que se produce con denominación de origen en los estudios de los más afamados proyectistas nacionales. Una firma reconocida es, precisamente, uno de los factores diferenciales que señalan la mayoría de los empresarios como ayuda para alejarse de la competencia y acercar sus productos al consumidor. "La firma de un diseñador ya no es un mero capricho, es una garantía para los usuarios. Los diseñadores se asocian a determinadas características, como la funcionalidad, la duración, la innovación y la originalidad. Ésos son los factores que al cliente más informado de hoy le permiten elegir", comentó Javier Marco, director comercial de Amat. Con productos firmados por Jorge Pensi, Ricardo Bofill, Mariscal u Óscar Tusquets, esta empresa catalana ha aumentado notablemente su exportación a todo el mundo, y su silla Toledo, diseñada por Pensi, amuebla hoy las cafeterías de la famosa Ópera de Sidney, el emblema de una ciudad proyectado por Jorn Utzon. En opinión de Alicia Porras, de Mobles 114, "los auténticos diseños son los que duran". Porras considera que la palabra diseño está mal utilizada, que los consumidores están saturados de oír hablar de ella y que ha perjudicado a la industria asociarla a productos de mala calidad o a objetos caprichosos. "Como para la mayoría de las cosas, para el diseño el tiempo es también una prueba de fuego", aseguró Porras. Mobles 114 actualiza productos que tiene en catálogo casi desde su fundación, hace ahora 25 años. La estantería Tría, diseñada por Massana y Tremoleda, por ejemplo, ha crecido en prestaciones hasta convertirse en armario, alacena, archivador y expositor. Un deseo similar, de permanencia en el tiempo, define los productos de Nani Marquina, que ha buscado referencias en otras culturas, como la japonesa o la arquitectónica, para presentar sus colecciones de alfombras. Mercè Bohigas, que dirige la empresa Miscelánea, apuntó que la combinación entre la solidez y la experiencia de los diseñadores consagrados y la frescura, ingenio e invención de los más jóvenes funciona para decidir la producción de nuevos diseños. Respecto a la pequeña revolución que ha sufrido el interiorismo doméstico desde que grandes almacenes de venta especializados, como Ikea, se han instalado en la periferia de algunas ciudades, empresarios y diseñadores coinciden en que la calidad y las ideas son las mejores armas para enfrentarse a esa competencia creciente.

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