"Uvamanía"
MANUEL PERIS Este año los dermatólogos no han esperado al verano para lanzar la voz de alarma. El bronceado que se busca en Semana Santa es el que más perjudica la piel. Eso al menos es lo que aseguran algunos especialistas. La causa nada tiene que ver con el tipo de radiaciones solares, que son menos intensas en esta época del año que durante los meses estivales, sino más bien con los hábitos de los bañistas de sol. "En vez de tomarlo, parecen devorarlo", ha señalado el doctor Miguel Aizpún, presidente del grupo de cosmética de la Academia Española de Dermatología. Por lo visto, durante estos días de recreo y desahogo, se desata la glotonería solar con nefastos resultados para la epidermis. Protegida por la ropa durante meses, la piel se ve sometida repentinamente a una prolongada exposición para la que no está preparada. Ponerse moreno durante estas mini vacaciones, según el doctor Aizpún, implica necesariamente una agresión a la epidermis y las repetidas agresiones, ha advertido, incrementan el riesgo de padecer un melanoma o un carcinoma vasocelular, que pese al terrible nombre que tiene es un cáncer de piel menos peligroso que el anterior. En cualquier caso, debido a la falta de protección solar, durante los últimos diez años se ha duplicado la incidencia de este tipo de cánceres entre las personas comprendidas en la franja de edad que va desde los cuarenta hasta los sesenta años. Como todo el mundo sabe el País Valenciano es una de las zonas del hemisferio norte con mayor número de días soleados al año y sin embargo, la avidez por ponerse moreno va más allá de la voracidad solar. Así que la gula por la morenez está haciendo que triunfe el sucedáneo solar. De un tiempo a esta parte se ha desencadenado una auténtica uvamanía. No hay gimnasio, piscina, o centro de estética en el que no hayan máquinas de rayos uva funcionando a pleno rendimiento. La pasión por el bronceado ha impulsado un mercado que se extiende por las peluquerías de barrio donde se ofertan abonos de diez sesiones, e incluso ha propiciado la creación de unos nuevos centros especializados. Con horarios ininterrumpidos de ocho de la mañana a diez de la noche, a cien duros la sesión ultra rápida de cinco minutos, ofrecen una tecnología avanzada que podría obrar el milagro de convertir a la Virgen Blanca en la de Monserrat. Esta afición, furor, o si se quiere locura, por el bronceado artificial va más allá del destape primaveral. Por lo visto no se trata de unas sesioncillas de rayos que disimulen la blanca palidez mientras se adquiere el bronceado natural. No, la intemperancia en el tostado epidérmico se extiende durante todo el año y tiene sus momentos álgidos en las fiestas de fin de año, en las bodas, algunos saraos falleros y aunque el fenómeno no es ni mucho menos exclusivamente femenino, con motivo de esas celebraciones en las que se lucen vestidos con tirantes, hombros al aire y escotes generosos. Me aseguran mis amigos uvadictos que su avidez por las sesiones de rayos es directamente proporcional a lo apretado de su agenda de trabajo. Carecen de ese tiempo blando para pasear al sol y no les queda más remedio que someterse a la severa disciplina de la máquina de los rayos. En cualquier caso la uvamanía está conformando facciones de la nueva élite, morenos hoy y con caras de pasa mañana, y anuncia que Julio Iglesias y su rostro de almendra garrapiñada barrerá en las próximas elecciones.
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