Hillary sube a los altares
EEUU, apasionado por la posibilidad de que Hillary Clinton aspire a un escaño de senadora
Hillary Clinton es la gran estrella de los medios de comunicación de Estados Unidos desde la absolución de su esposo por el Senado, hace casi dos semanas. Ni la amenaza de un castigo militar a Serbia ni el todavía misterioso asesinato de la reina de belleza infantil Jon Bennet Ramsey -los otros dos grandes asuntos del momento- logran arrebatarle a la primera dama los principales titulares de los periódicos, los semanarios y los telediarios.Lo curioso es que todo está basado en una mera posibilidad, la de que Hillary Clinton aspire a un sillón de senadora por Nueva York en las elecciones de noviembre del 2000. Esta "gigantesca bola de nieve", dice Caryn James en The New York Times, es "un invento de los medios de comunicación" para alimentarse a sí mismos tras el vacío dejado por el final del caso Lewinsky, al que contribuye la Casa Blanca con "comentarios tácticos". A todo el mundo le viene bien. Los medios ponen así un epílogo a 13 meses de escándalo, colocando en primer plano a la gran vencedora del mismo; Clinton cambia el debate de tercio y se anota en su haber la popularidad de su esposa, y Hillary ve mimado su ego y alimentada su ambición política personal.
Hillary Clinton ocupa esta semana las portadas de las ediciones norteamericanas de Time y Newsweek. El primer semanario se pregunta: "¿Senador Clinton?"; el segundo: "¿Su turno?". Los informativos y los programas de confidencias de las cadenas televisivas CNN, MSNBC, CNBC, NBC, CBS y ABC no hablan de otra cosa que de las delegaciones neoyorquinas del Partido Demócrata que peregrinan a Washington para ofrecerle en bandeja a Hillary la candidatura al Senado que dejará vacante, por jubilación, su correligionario Daniel Patrick Moynihan. El mismo Moynihan acudió el pasado viernes a la Casa Blanca para animar a la primera dama, y su llegada y salida de la residencia presidencial fue cubierta en directo por las cadenas de televisión, como si se tratara de un acontecimiento histórico.
La interesada deshoja la margarita -"lo estoy pensando seriamente"-; su esposo le anima en público -"Hillary sería una senadora estupenda"-, y su rival potencial, el actual alcalde republicano de Nueva York, Rudolph Giuliani, recorre los platós televisivos denunciando la candidatura "cunera" -Hillary jamás ha vivido en Nueva York- que están gestando los demócratas, la Casa Blanca y los medios. Pero los sondeos, y ya hay un montón, le dan a Hillary una ventaja clara -52% frente al 43%- en una posible competición con Giuliani.
Kosovo puede ser el asunto más real y peligroso en la actual agenda política estadounidense, pero, como dice Cary James, es "mucho menos sexy" que esta auténtica beatificación de Hillary. La esposa engañada que sostuvo a Clinton durante 13 meses de infierno y que, al hacerlo, probablemente le salvó de la dimisión o la destitución, es ahora la gran heroína nacional.
Los defensores del presidente elogian su papel de escudo personal y político de Clinton; los detractores, incluso los más conservadores, reconocen su admiración por el temple con el que se tragó su dolor y defendió las instituciones del matrimonio y la familia. Unos y otros se asombran ante ese pacto de acero de la pareja Clinton, que les lleva a perdonárselo todo en aras de la ambición de poder común. Salvada la permanencia de Clinton en la Casa Blanca hasta el final de su segundo mandato, ahora es el turno de Hillary.
No sólo se le ofrece en bandeja de plata el puesto de senadora de Nueva York, sino que Wolf Blitzer, el corresponsal de CNN en la Casa Blanca, asegura que "algunas personas muy serias están pensando en que sea la candidata a la vicepresidencia en el año 2000 en el equipo de Al Gore". Imposible saber si tanto ruido producirá nueces. Algunos amigos íntimos de la pareja dicen que Hillary finalmente no se presentará, aunque ella esté encantada de estas especulaciones, que son un bálsamo para su orgullo, herido por la publicidad dada a la aventura sexual de su esposo con la becaria de la Casa Blanca.
"Desde la gira de promoción de su libro que hizo Colin Powell en 1995, jamás ha recibido tanta publicidad una candidatura que tiene pocas posibilidades de materializarse", escribe John Fund en The Wall Street Journal. El general Powell, recuérdese, decidió al final no convertirse en el primer afroamericano aspirante a la presidencia. Renunció. ¿Ocurrirá lo mismo con Hillary?
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