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Guti cierra el debate

El centrocampista se consolida como uno de los mejores de la Liga

Santiago Segurola

Después de su espléndido partido en El Sardinero, da la impresión de que Guti ha permanecido secuestrado por los últimos tres entrenadores del Madrid: Capello, Heynckes y Hiddink. Cada uno de ellos ha puesto todo tipo de excusas para negar una oportunidad a uno de los jugadores más interesantes del fútbol español. Todos han dicho que le tenían fe, pero ninguno lo ha demostrado.Capello quiso hacer una causa personal del adiestramiento como futbolista de Guti. Pretendió meterle en la fogosa mecánica que predicaba, sin atender demasiado a sus condiciones naturales. El técnico del Madrid llegó a hacer una apuesta con uno de los jugadores más destacados del equipo. "Le haré jugador", dijo Capello. "No lo conseguirás", le contestaron. Cerca del final de la temporada, el técnico italiano dijo a sus íntimos que había perdido la apuesta. Tendría que pagar una comida en uno de los restaurantes más lujosos de Madrid. Capello apenas dio oportunidades a Guti. Heynckes tampoco. Alrededor del joven centrocampista (22 años) se tejió una leyenda que prendió en la hinchada. Pronto se le tuvo por un jugador indolente, etéreo, ideal para verter los odios que se reservan los aficionados con cierto tipo de futbolistas. Nadie reparó en las escasísimas oportunidades de que disfrutó Guti, relegado a un papel irrelevante en la plantilla.

Destinado durante largos periodos a la grada, Guti ha estado a punto de perderse como jugador, oxidado por la inactividad. Pero como este futbolista también provoca filias irresistibles, unos pocos han demandado con obstinación su presencia en el equipo. Le recordaban como un juvenil de gran clase, con una zurda exquisita, propietario de un repertorio excelente: habilidad, pegada, desplazamiento, precisión en el pase y un punto de aspereza barrial. Este último aspecto apenas se la ha reconocido, pero es evidente. En las últimas semanas, Guti ha dado un salto decisivo. Su caso ya no es debatible. En El Sardinero coronó con una actuación grandiosa su espectacular contribución al equipo desde diciembre. Hiddink se ha colgado la medalla con rapidez. Sin embargo, no hay otro protagonista en la irresistible ascensión de Guti que el propio jugador.

Hasta diciembre, Guti fue un futbolista marginal. Su soberana actuación frente al Peñarol en el trofeo Bernabéu no le sirvió de nada. Jugaba los minutos de la basura o no jugaba. En dos ocasiones, Hiddink le sacó en el último minuto con la intención de perder tiempo. Su titularidad sólo llegó con la lesión de Redondo. Guti encontró una oportunidad y no la malgastó, a pesar de jugar en un puesto que no le resulta natural.

Por primera vez, Guti disfrutó de cinco partidos seguidos. Su producción fue impecable. Por juego y por actitud. Pero Hiddink lo relegó al banco frente al Barça, el típico partido que mide las querencias de los entrenadores. Y cuando la suerte del Madrid y de su técnico parecía desesperada, Guti volvió a la titularidad. Esta vez en su puesto, como volante de enganche. Ahí no hay duda posible: Guti juega como los ángeles.

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