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Un duelo unidireccional

El Barcelona fue el dueño del balón y del campo, y el único que creó peligro

Carlos Arribas

Hay veces en que todo se queda en una sensación subjetiva, en un análisis hecho desde el corazón parcial. Entonces, para el aficionado los números, el análisis matemático puro y duro, no cuadran con lo que sus ojos (su sentimiento) han visto en el campo. Tampoco cuadran en otras ocasiones en que el valor puramente futbolístico de un equipo o de una actuación individual es intangible, no se deja medir por los parámetros que se pueden manejar. Pero nada de eso ocurrió ayer en el Camp Nou, en el partido que supuso la séptima derrota consecutiva del Real Madrid en el estadio del Barça, su sexto partido seguido sin marcar allí, su decimosexta oportunidad perdida de ganar en el terreno del rival que le disputa la supremacía española. Tan contundentes como las estadísticas de la historia reciente fueron los números de los 90 minutos del 3-0 de ayer. Fue un duelo unidireccional el del Camp Nou. El balón sólo viajó en un sentido y el partido se jugó en un solo campo. Y las estadísticas así lo reflejan. Lo reflejaron desde el primer instante. Fueron números cuyo corolario no podía ser otro que una goleada, que no se produjo, y éste es el único punto en que se separa el reflejo numérico de lo que sucedió en el campo del resultado final en el marcador.

Corría el minuto 10 y el equipo de Louis van Gaal no sólo mandaba ya en el marcador (1-0, m.4, Luis Enrique) sino que en el contador de ocasiones, que refleja las jugadas que se desarrollan en el área, los centros a la zona de peligro, los goles y los remates, ya goleaba: 4-1, que se convirtió en un 6-2 en el minuto 20 (coincidiendo con la expulsión de Roberto Carlos), un 13-2 en el 30 y un 18-6 en el 40 (cuando ya Luis Enrique había conseguido el segundo tanto de su equipo). Al descanso se llegó con 22-9.

Los comentaristas hablan de que el Madrid se queda defendiendo demasiado atrás, de que el centro del campo no existe y de que el Barça hace lo que quiere. Dicen que lo ve tan fácil que se sobra y que por eso no hay más goles. Los números siguen refrendándolo: ha habido poco más de 28 minutos de juego real en el primer tiempo y el equipo azulgrana ha tenido el balón en su poder 16, el 57%. Se han producido 19 remates (a portería y desviados) y el Real Madrid sólo ha disparado cuatro. Ha habido dos goles y los dos los ha marcado el Barça.

Los primeros minutos del segundo fueron los únicos de espejismo numérico-futbolístico. En cinco minutos el Madrid ha hecho más que en todo el primer tiempo, decían los comentaristas, que alababan los cambios decididos por Guus Hiddink, la entrada de Savio y Guti por Morientes y Mijatovic. La sensación dice que el Madrid puede creer en el milagro en esos primeros minutos, los números afirman que el Barça mantuvo el control y siguió goleando: 5-1, en lo referente a jugadas desarrolladas en el área contraria, en los primeros 10 minutos del segundo tiempo; 11-4 en el minuto 20, en los instantes en que Savio se da tres carreras de 60 metros para llegar al área azulgrana y Rivaldo le replica con un eslalon sorteando jugadores madridistas hasta chocar con Hierro en la frontal del área; 15-4 en el 30; 19-7 en el 45 y último, incluido el tercer gol, el de Rivaldo con la zurda. El Bar-ça siguió manteniendo el balón un 57% del tiempo jugado y continuó machacando con sus remates: 9-4 en el segundo tiempo.

El duelo colectivo se jugó en una carretera de dos direcciones pero en un solo sentido y el duelo individual más esperado, el cara a cara Raúl-Rivaldo que enfrentaba a los dos grandes goleadores de la Liga, le imitó. Antes del partido de ayer, Raúl había necesitado 40 remates para marcar 13 goles, a razón de un gol cada 3,1 intentos. Durante el partido se quedó en tres remates y quizás por eso no añadió un tanto más en su cuenta, le faltó una décima. Rivaldo, por su parte, había necesitado 66 intentos para lograr sus 12 goles (un tanto cada 5,5 intentos): ayer disparó siete veces; quizás por eso marcó su tanto número 13 en la Liga. Además de presencia rematadora, Rivaldo tuvo mucho más peso que Raúl en el partido. Fue una hiperpresencia (recuperó cinco balones, pero perdió 15) que a veces se convirtió en rémora, en un freno a base de regates a la fluidez natural del Barça holandés de Van Gaal. Lo de Raúl fue una hiperausencia (cuatro balones recuperados frente a 13 pérdidas), reflejo y síntoma del peso que tuvo su equipo en el partido: cero gramos. Pero en esta sopa de números, quizás el dato definitivo sea una medida inusual: el número de balones perdidos por los porteros. Contreras entregó a jugadores rivales 10 veces el balón, lo que indica que se vio obligado a sacar largo, a rifarla de forma imprecisa, lo que quiere decir que el equipo no estaba armado desde atrás. Hesp, por su parte, no perdió ningún balón, todos sus saques fueron con la mano al defensa que estaba desmarcado o se ofrecía para recibirlo: desde el primer metro del campo el Barça tuvo el control.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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