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FÚTBOL 19ª JORNADA DE LIGA

El Deportivo abochorna al Madrid

El equipo de Hiddink cae goleado en Riazor tras una actuación horrorosa en todos los aspectos del juego

Xosé Hermida

El campeón del mundo y aspirante a revalidar el título europeo se disfraza de equipillo irrelevante en el campeonato nacional. Un Madrid catastrófico en todos los aspectos -una defensa de risa y una delantera de tiro de feria- salió abochornado de Riazor, un estadio que redujo a despojos toda su credibilidad. Bastó que el Deportivo recuperase sus virtudes de siempre -la solidez, el talento, la electricidad y el sacrificio colectivo- para que el Madrid perdiese el partido en sólo media hora y se condenase a vivir el resto de la noche como objeto de las chanzas de un público que se ensañó con el vedetismo de los chicos de Hiddink.El Madrid fue un desastre de la cabeza a los pies: inepto en defensa, inexistente en el centro del campo e inofensivo en el ataque. Los tres goles con que el Deportivo se marchó al descanso tal vez exageraron los méritos del conjunto gallego, pero retrataron a la perfección el patetismo del juego madridista, un equipo desorganizado, sin fe ni arrestos para sobreponerse a la adversidad, un grupo completamente a merced de un rival al que le bastó con trabajar a destajo en el centro del campo y exhibir en los metros finales una contundencia hasta ahora desconocida.

DEPORTIVO 4

REAL MADRID 0Deportivo: Songo'o; Scaloni, Donato, Schurrer, Romero; Ziani, Flavio, Mauro Silva, Fran (Armando m. 85); Turu Flores y Pauleta (Manjarín m. 68). Real Madrid: Illgner; Panucci, Sanchis, Iván Campo, Roberto Carlos; Raúl, Karembeu, Seedorf, Mijatovic, Suker (Savio m. 46); Mijatovic y Morientes. Goles: 1-0. M. 10. Falta al borde del área, escorada hacia la derecha, que transforma Fran con un zurdazo impecable. 2-0. M. 21. Gran centro de Flavio desde la derecha hacia el área, donde recoge Pauleta y deja atrás para Turu Flores, quien conecta un disparo cruzado que entra tras pegar en el poste. 3-0. M. 37. Centro de Fran desde la izquierda, Ziani toca desde el suelo en posición forzada y deja para que Pauleta remate al palo contrario. 4-0. M. 70. Turu Flores aprovecha un fallo defensivo del Madrid. Árbitro: López Nieto. Amonestó a Karembeu, Iván Campo, Pauleta, Ziani y Panucci. Unos 30.000 espectadores en Riazor.

Forzado por la resurrección de Morientes en los dos últimos partidos, Hiddink colmó el equipo de delanteros y el resultado constituyó una verdadera catástrofe. Es poco habitual ver juntos a Raúl, Mijatovic, Suker y Morientes, y después de lo sucedido anoche, será difícil que vuelva a repetirse. Sobre todo, si Hiddink no se aclara al colocarlos en el terrerno. Excepto Morientes, ubicado de ariete, resulta difícil discernir de qué jugaban los otros tres estiletes madridistas. Suker empezó de interior izquierdo y acabó no se sabe dónde. Raúl, teórico centrocampista derecho, tan pronto se cambiaba de banda como aparecía por el centro, casi como un tercer pivote junto a Seedorf y Karembeu, una triste pareja que agrandó la figura de los ausentes, no sólo la de Redondo sino también la del espléndido Guti de los últimos partidos. De todos los atacantes madridistas fue a Mijatovic al que se le vio mayor determinación, pero acabó, como todos los demás, engullido por el galimatías de una alineación absurda. Víctima de su monumental empanada táctica, el Madrid estuvo ausente del partido durante la primera parte, mero espectador del despliegue deportivista, tan sencillo y conocido como eficaz. Con cuatro delanteros en el campo, el Madrid no fue capaz de tirar entre los tres palos hasta el minuto 29, cuando Karembeu lanzó un zapatazo irrelevante por el centro del portería. Y hasta el descanso, no hubo más sobresaltos para Songo'o que los lanzamientos de falta de Roberto Carlos, que, para colmo, se sumó al desbarajuste general también en ese aspecto. En cuanto a la defensa, el otro ausente, Hierro, se ganó anoche un monumento. Para corroborar la blandenguería defensiva del Madrid basta con observar detenidamente el segundo y el tercer gol del Deportivo: en ambos, la zaga consintió un centro bien dirigido, una combinación dentro del área y un remate con tiempo suficiente para buscar los palos, el lugar al que nunca llega el portero.

El Deportivo compareció transformado por su victoria de Balaídos el pasado miércoles, un choque que ya dejó entrever un cambio de actitud en el grupo de Irureta, víctima hasta ahora de la indolencia y el egoísmo, dos de los pecados en los que con mayor obstinación incurrió anoche el Madrid. El partido dejó para los coruñeses una lección: como ya se veía venir desde hace tiempo, el ayer suplente Djalminha, con todo su talento y sus florituras, es un estorbo para el equipo mientras no cambie de actitud. Como ya ocurriera en el duelo copero contra el Celta, el Deportivo redescubrió anoche el valor del trabajo colectivo aderezado con su viejo espíritu guerrillero. A la clase de Fran se unió el criterio y la laboriosidad sin límites de Ziani, y en medio del renacer general aparecieron futbolistas como Flavio, que llevaba tres años en A Coruña sin que nadie le hubiese visto nunca el más mínimo detalle digno de ser recordado.

A la presión en el centro del campo y la velocidad de despliegue tras el robo de balón -las armas del viejo Depor de Arsenio- los blanquiazules añadieron una gran efectividad dentro del área: sus tres ocasiones del primer tiempo acabaron en gol, gracias a la habilidad de sus delanteros y a la condescendencia sin límites de la defensa del Madrid. El partido quedó resuelto en el descanso, y la segunda parte fue sólo a beneficio de inventario. Pareció mejorar algo el Madrid con la entrada de Savio por Suker, pero, aunque el Deportivo le cedió todo el terreno, los de Hiddink volvieron a ofrecer otro ejercicio de impotencia y desgana. El cuarto gol del Deportivo fue de chiste: la defensa dejó a Turu Flores que controlase, se diese la vuelta y rematase sin molestarle siquiera. Fue la culminación de una noche bochornosa.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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