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Jóvenes

ADOLF BELTRAN El rejuvenecimiento se hace en el PP desde el más descarado caudillismo. Sin embargo, entre los socialistas, donde no existe la costumbre de dictar los relevos, parece una tarea imposible. Ha de haber alguna solución intermedia, democrática, aunque nuestra escena política no la registre. Dice Aznar que ha llegado la hora de que una nueva generación de dirigentes entre en el primer equipo, y no espera al congreso de su partido para que los militantes discutan la alineación. Almunia no dice nada. Salió perdedor de las primarias y ha jugado a anular a Borrell, con lo que se ha anulado también a él mismo como líder capaz de estar a la altura de las circunstancias. Desde su despacho en la Generalitat, Zaplana busca alguna baza de segundo nivel en el nuevo equipo de Aznar, después de no haber logrado sentar a ningún valenciano en el consejo de ministros. Por su parte, Romero se ve obligado a lidiar con jugadores que acumulan demasiados encuentros en las piernas mientras busca caras nuevas para hilvanar un conjunto ofensivo. De Unión Valenciana, Esquerra Unida y UPV, más vale no hablar, porque sus jugadores llevan ya algunas ligas pateando el terreno político. De momento, la nueva generación del PP se ha llevado a Francisco Camps a Madrid. Es el segundo consejero de Cultura y Educación, de los cuatro nombrados por Zaplana en una sola legislatura, que deja la consejería por una secretaría de Estado. Lo hizo Fernando Villalonga para irse a Exteriores, recuperando su perfil de diplomático tras un paso por el departamento de la avenida de Campanar que levantó algunas expectativas, y ahora se marcha Camps para trabajar junto a Acebes en el Ministerio de Administraciones Públicas. Ambos son jóvenes, los dos tienen carrera por delante en la derecha española. La verdad es que en otros tiempos Ciprià Ciscar no hubiera cambiado, ni loco, su poderosa superconsejería por ese segundo escalón del aparato estatal. Cuando Ciscar se fue de diputado, lo hizo a la fuerza, empujado por la decadencia de su prolongado pulso en el PSPV con Joan Lerma. Este último, por cierto, se fue de ministro de Administraciones Públicas, con Eugenio Burriel de segundo de a bordo, en un quiebro poco airoso por el que se zafó del desagradecido banquillo de la oposición en Valencia. Hoy, en la era del PP, las cosas son diferentes: vale más un secretario de Estado que un consejero. Debe de ser su manera de entender el "poder valenciano".

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