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La consagración del olvido

Santiago Segurola

El fútbol parece decidido a perder sus coordenadas, los márgenes temporales y simbólicos tan necesarios para respetar lo que significa el triunfo y el fracaso. "Se está consagrando el olvido", opina Jorge Valdano, que se refiere con preocupación a los tiempos que vienen: "Parece que sólo importan la cantidad y la velocidad".El valor de la victoria comienza a verse adulterado por la proliferación de competiciones, por la saturación del calendario, por la desnaturalización de los torneos. Algo peligroso le ocurre al fútbol cuando a la Liga de Campeones acuden quienes no son campeones. Ni tan siquiera los que son subcampeones. Se trabaja en favor del dinero pero se desvirtúa la esencia de las competiciones: el triunfo de la excelencia, la singularidad que proporciona el éxito. Esta realidad cada vez tiene menos sentido en el fútbol actual. Hasta hace nada, el cuarto puesto en la Liga apenas era un lugar indefinido. En el mejor de los casos, suponía un reconocimiento para los equipos que rara vez se aventuraban a disputar la Copa de la UEFA. Ahora pueden producirse explosiones de entusiasmo similares a las de aquellos que conquistan el título. Al fin y al cabo, el cuarto disputará la Liga de Campeones como el primero. No es de extrañar que el éxito pierda sentido en estas condiciones. Y que las consecuencias sean penosas. Nadie se siente verdaderamente campeón de nada. Enseguida soplará un viento que borrará las huellas de la victoria. Sólo así se explica que los vencedores entren en crisis veloces y se aboquen a los mismos problemas que aquellos que no han ganado nada: críticas, cambios de entrenadores, vulnerabilidad.

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Las estrellas del Mundial, en crisis

El éxito de la Copa del Mundo ha sido su excepcionalidad. Los vencedores se sentían campeones de por vida, hacían historia, marcaban épocas, eran una referencia indeleble en la memoria de los aficionados. Nada de esto será posible en el modelo que viene. En nombre del becerro de oro se extravían los valores supremos de la competición, cada vez más abultada y cada vez menos cómplice de la excelencia.

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