"El voluntariado de las ONG nunca puede reemplazar a la política"
La guerra en la ex Yugoslavia y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) son dos de los referentes que convirtieron a José María Mendiluce (Madrid, 1951) en un personaje habitual en los medios de comunicación y conocido para la opinión pública. En 1994 decidió implicarse de forma activa en política y, desde entonces, es eurodiputado del grupo socialista. En su incursión en la literatura ha quedado finalista del último Premio Planeta por su obra Pura Vida. Pregunta. Cada vez hay más ONG y más personas que se suman a ellas. ¿Eso no puede suponer el riesgo de que los gobiernos olviden sus responsabilidades y las descargen sobre estas asociaciones? Respuesta. Es un buen termómetro de la salud de una sociedad que cada vez haya más gente que se asocie para aliviar el sufrimiento de otros. Y es bueno que esto se esté dando especialmente entre la gente joven. Se ha roto el mito de la falta de compromiso de la juventud con los temas sociales. Sin embargo, esto se puede convertir en una trampa, ya que es cierto que los gobiernos se pueden descargar de sus responsabilidades y pensar que basta con las organizaciones humanitarias para enfrentar los retos que actualmente tenemos. Que los gobiernos usen a estas organizaciones como excusa para su inacción es intolerable. El voluntariado nunca puede reemplazar a la política. Por eso hay que estar alerta y denunciar lo que no se hace desde la política. P. ¿Confía en la voluntad de los países para alcanzar acuerdos comunes como la puesta en marcha de un Tribunal Internacional? R. Creo que los pasos que se han dado hasta el momento para la creación de un Tribunal Internacional son muy importantes. Pero, evidentemente, hay muchos Estados que no tienen gran interés en que exista un órgano supranacional como éste. El caso de Pinochet es un magnífico ejemplo de la necesidad de acabar con la impunidad y también se ha convertido en un agitador del debate. Sea cual sea la resolución final, este caso ya ha contribuido a iniciar el debate entre la opinión pública. P. ¿Cree que el fenómeno de los telemaratones puede llegar a convertir el sufrimiento en espectáculo? R. Trato siempre de ser positivo. Creo que la moda de los telemaratones refleja hasta qué punto la sociedad necesita expresarse de muchos modos y así lo han entendido los programadores de televisión. Si se hacen con dignidad permiten que mucha gente pueda ver, comprender y participar. Pero a veces hay cosas que atentan contra la dignidad humana y eso no se puede permitir. Tampoco podemos pensar que se puede resolver el futuro a base de telemaratones. Hay que exigir que cambien las políticas que llevan a la necesidad de tanto telemaratón.
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