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Entrevista:

"Los políticos ya no se conforman con manejar a los medios"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Qué fluye más por sus venas sangre o radio? Respuesta. Plantea una dicotomía que no sé por dónde desviarla. Desde el punto de vista fisiológico la sangre es necesaria para vivir, pero para alimentar la vida de verdad la radio es imprescindible. Creo que no dejaré nunca la radio, ni siquiera ahora, que estoy en una situación un tanto extraña. P. ¿Cuándo decidió que la radio sería su vida? R. No tendría más de 14 o 15 años cuando me acerqué a una emisora de radio de pueblo. Y ya no me he soltado nunca, aunque ha habido algunos paréntesis. P. ¿Qué emisora fue la primera? R. Una local, y luego, Falange segregó dos cadenas de radio: la REM y el Servicio Nacional de Radiodifusión y Cine, del Frente de Juventudes, que luego derivó en la Cadena Azul de Radiodifusión. Y en ésta empecé en serio. Más adelante, siendo Fraga ministro de Información y Turismo, se puso un poco de orden en el caos de las emisoras de Falange y la Iglesia con el Plan Transitorio de Ondas Medias. Entonces hice un paréntesis porque pasar a la REM suponía una vinculación seria a uno de los instrumentos de propaganda política del régimen. Tras unos años, aproveché que la diócesis de Segorbe-Castellón no tenía emisora para convencer al obispo Pont i Gol de que había que crear una. Y en 1966 monté Radio Popular en Vila-real. P. Allí impulsó el primer programa en valenciano de la radiofonía. R. El orden establecido requería un guión previo de toda la programación y su contenido del día siguiente, pero en1968 ya le habíamos comido terreno a las prohibiciones y utilizando el nombre de un libro de Joan Fuster, Nosaltres els valencians, hicimos un programa que duró tres años. Lo conducía el filólogo Vicent Pitarch, y por allí pasó Vicent Franch, Joan Francesc Mira, el propio Joan Fuster... Yo pasaba aquel programa a la Delegación de Información y Turismo y ellos ponían el sello, quizá porque estaba escrito en catalán y no sabían qué decía. Y era un programa reivindicativo, maximalista,... P. ¿Nunca tuvo problemas? R. Todos los días tuvo problemas, pero se salvaban. Siempre había alguien que tenía buena relación con el delegado de Información y Turismo, que era Luis Algar, hermano de la madre de Luis Herrero. Eran momentos difíciles, pero se podía trampear. Luego, con los años, se van ganando más libertades y la radio se va constituyendo en un medio que entra cada vez más en la información y la opinión, que crece en credibilidad y se gana el respeto del periodismo escrito, que hasta hace poco nos miraba por encima del hombro. Creo que la consagración de la radio, como instrumento de servicio a la sociedad, se produce el 23-F. P. ¿Cómo fue ese día en Radio Popular de Vila-real? R. Especialmente interesante. Milans del Bosch había hecho el bando famoso con la medida terrorífica de dejar sin vigencia al poder constitucional, y a la emisora vinieron dos soldados y un capitán con el bando y la orden de que lo leyésemos a cada media hora y, entre tanto, radiásemos marchas militares. Convoqué a los trabajadores y les comuniqué que había tomado la decisión de no obedecer la orden y que, quien quisiera, se podía ir a casa. No fue un acto de chulería, sino que por las agencias yo sabía que lo que estaba ocurriendo en la tercera región militar no era lo que ocurría en el resto de España. No tenía derecho a obligar a los trabajadores a que secundaran mi postura, pero tampoco tenía derecho a negar a los oyentes una información que era muy distinta a lo que Milans del Bosch pretendía. Hubo cuatro que se quedaron y, con ellos, fuimos leyendo los despachos de las agencias hasta las 11 de la noche, que la cadena retomó la programación nacional. Aquella noche, Luis Herrero, que entonces era director de Mediterráneo, y yo la pasamos pegados al teléfono y viviendo conjuntamente lo que hacíamos desde una misma posición. P. En 1989 dejó Vila-real por Palma de Mallorca. R. Allí se produjo un hecho curioso. Había una jefa de redacción de Barcelona, un director de Vila-real y una redacción de Palma, y cada uno hablaba como había aprendido y nadie protestó nunca por este hecho. La conclusión es la que es: todos hablábamos la misma lengua. Y cuando vine a Valencia en 1992 me di de morros con una realidad muy triste. P. ¿Cómo fue la COPE-Valencia que se encontró? R. Una COPE que a la que la única información que interesa es la de consumo, es decir tráfico, temperatura, bomberos y sucesos. La información política no se toca porque no le interesa a nadie y la opinión tampoco. Y cosas curiosas: al PSPV no se le llama PSPV sino los socialistas valencianos, para no decir País Valenciano. El drama es que sólo interesan esas cosas, pues el peso informativo y de opinión recaía exclusivamente en Madrid, lo que es de un colonialismo brutal. Ante esto intento adoptar una actitud posibilista para llegar al máximo sin demasiados atrevimientos. Y me di un batacazo tras otro, hasta el final. P. Entretanto instauró El Casino, una tertulia que pluralizó la cadena en Valencia. R. Cuando veo que no puedo hacer grandes cosas desde la redacción, porque no puedes estar todo el día indicando por dónde hay que ir ni prescindir de la gente que tienes, pues me invento un instrumento que dependa de mí para debatir con normalidad las cosas del día a día. Como no tengo conexiones en ese momento me apoyé en un amigo, Vicent Franch, y montamos El Casino, con él de moderador. Es una tertulia de gente respetuosa, dialogante, civilizada... y poco a poco se abrió un lugar en la audiencia. Y apenas adquiere vigor, para las fuerzas reaccionarias se constituye en un bicho que hay que matar. Y duró, como era de esperar, hasta que yo dejé la dirección de la radio. P. ¿La deja o le obligan? R. Me la hacen dejar. Me llaman de Madrid y me dicen que tengo 64 años, cosa que yo ya sabía, y que en el año que me falta para jubilarme quieren que me dedique a coordinar el crecimiento de la COPE en la Comunidad Valenciana a partir de las emisoras que se supone que le concederán a la cadena. Que continuaré siendo el director regional, con el despacho, el sueldo y la representatividad, pero que el día a día no lo decidiré. Esta decisión, que es un acuerdo del consejo de administración, me la comunica el director general y me añade que a la vez me nombrarán asesor del consejo de administración para la expansión de COPE. Poco menos que me felicitan pero me quedo sin el día a día; me anulan por elevación. Para sorpresa suya, no acepto lo que me proponen. Pero no lo entienden. Al final, llegamos a un acuerdo: jubilación laboral y asesor del consejo. Y jubilado estoy. P. ¿Hay un por qué? R. Hay unas cosas que sé, otras que supongo y algunas que impone el propio peso de la lógica. Si durante 32 años he estado dirigiendo emisoras -y en este momento la más significativa de la cadena, después de Madrid-, y durante seis años he sido el único director que ha sido miembro del consejo de administración, que a un año de la jubilación me ocurra eso no puede ser gratuito. Alguien tenía intereses de que yo dejase esta casa para que alguien viniese a ella, por una parte Y por otra, hay una serie de presiones de algún cenáculo político -no del entorno de Presidencia de la Generalitat-. Los factores se juntan y tutti contenti. P. En poco tiempo buena parte de la cúpula periodística en Valencia ha cambiado. ¿Es casualidad? R. No se lo crea. Nada es casualidad en política. Y como decía Alfonso Guerra ni una sola factura se queda sin pagar. Yo también la he pagado, aunque esto no era hacer política. P. ¿Qué está ocurriendo? R. El hecho generoso de servicio público del político a la sociedad, que es un ejercicio noble, se ha prostituido a partir de que la ambición no ha tenido los factores correctores que debía tener. Quizá también porque los medios de comunicación, en un determinado momento, hemos hecho un papel que no era el nuestro, puesto que desde ellos se ha hecho política, dado que era preciso hacerla porque durante la transición la oposición no se podía hacer donde tocaba sino a través de los medios de comunicación. El caso es que la gente que está en la política ha llegado a la conclusión de que dominar a los medios de comunicación es dominarlo todo para prolongarse en el poder. P. ¿Y cómo lo logran? R. Aparte de los intereses derivados de sus compromisos con la sociedad, los medios de comunicación tienen unos intereses que son puramente mercantiles, y la gente que tiene la posibilidad de manejar los dineros públicos utiliza una parte de ellos, a través de la publicidad institucional o de otras fórmulas, con ese objetivo. Esa prostitución ha llevado, sobre todo en Valencia, a una confusión en la que ya no se sabe quién es quién. Algunos políticos están en los medios; los medios de comunicación están en las instituciones y algunos están en ambos sitios sin tener claro cuándo se es una cosa y cuándo se es la otra. Hay gente de los medios que dirige las instituciones sin haberse presentado a las elecciones y gente de la política que está en los medios, y más que lo estará. Ya no se conforman con manejarlos: los quieren de su propiedad.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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