Contra viento y marea
Kurt Masur Obras de Reger y Bruckner. Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara. Director: Kurt Masur. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 14 noviembre 1998.Contra viento y marea, el silesiano Kurt Masur se ha abierto camino en el cada vez más estandarizado mundo de la dirección. Es noticia por estos días su nombramiento como titular de la Filarmónica de Londres, otro eslabón en una carrera internacional que se vio catapultada tras la caída del muro. La relación entre los méritos reales del músico Masur y el aura política que rodeó su figura en los agitados años que precedieron a la reunificación de Alemania es aún objeto de debate. En él se busca la clave de un reconocimiento apenas otorgado a otro director alemán en el encontrado juego de intereses comerciales que es hoy el mundo de la música. Preguntarse por cuál habría sido el peso específico de Masur en los días de Furtwängler, Klemperer o Knappertsbusch es hacer historia-ficción, pero la respuesta no escapará a quienes conozcan el tema. El Palau de la Música de Valencia se marcó un puntazo al traer a Masur para esta única cita con el público español en medio de la constelación de inmortales que este otoño visitan el auditorio. Masur acudió con la Sinfónica de la Radio Bávara (o al revés, según se mire) e hizo un programa no muy alejado del que en 1988 marcara su debú en el Palau. Repitió las Variaciones sobre un tema de Mozart, de Max Reger, cuya soberana belleza e íntima expresión casan maravillosamente con las apolíneas cualidades de la orquesta muniquesa. Ni el ridículo accidente del sonido grabado que se coló en medio de la ejecución, procedente de una prueba acústica en el montaje del festival de flamenco que esta semana tiene lugar en el Palau, alteró la sonriente mirada del director hacia una música que filtra lo más puro del alma alemana tras el volcán wagneriano. La pureza de atmósferas que planea sobre la Romántica de Bruckner viene de más al sur, de aquellos luminosos paisajes bañados por la mística contemplación de una naturaleza en permanente estado de adoración hacia su creador. Tal imagen se plasmó en el celeste coral de los metales que literalmente resonó como un inmenso y empastado órgano a la mitad del primer tiempo de la sinfonía. Aquí se ganó Masur un adarme del paraíso reservado al corto número de los elegidos. A sus frecuentes regateos del aliento bruckneriano, que hizo añorar aquella prodigiosa Romántica del 93 con Barenboim/Chicago, hizo frente la Sinfónica bávara con la excelsitud sonora y el magisterio artístico de cada uno de sus integrantes. Patrimonio exclusivo de formaciones, como ésta o la Staatskapelle Dresden que nos visitó hace poco, que remontan cualquier prosaismo de las batutas y convierten en suceso memorable el tantas veces rutinario acto del concierto.
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