Tegucigalpa, una ciudad fantasma arrasada por el huracán "Mitch"
La enviada especial de EL PAÍS describe la desolación en Honduras
MAITE RICO, Tegucigalpa. Los buitres se han adueñado del puente Mallol, que unía el centro de Tegucigalpa con el barrio de Comayagüela. El corazón de la capital hondureña parece el decorado de una película de terror. El huracán Mitch ha reventado esta ciudad de 800.000 habitantes, que ahora se enfrenta a la amenaza de epidemias por la falta de agua potable y la presencia de cadáveres en el cauce desbordado del río Choluteca. Aislada por tierra, con la gasolina racionada, Tegucigalpa trata de coordinar la ayuda al resto del país mientras lucha por salir de su propia pesadilla. Desde los restos del puente Mallol, el espectáculo resulta irreal. En la margen derecha, las aguas han engullido el parque deportivo y han inundado parcialmente el antiguo palacio presidencial, un peculiar castillo rosado de principios de siglo que hoy es el Museo de Historia. En la ribera izquierda, el Ministerio de Educación parece flotar en el río como un buque fantasma, y la bulliciosa Primera Avenida de Comayagüela está sepultada bajo toneladas de barro y cascotes, de los que sobresalen, como pidiendo auxilio, algunos edificios sombríos. La ropa tendida da una engañosa impresión de presencia humana. El suministro eléctrico se va reparando con rapidez. Las luces encendidas en la noche dan una extraña impresión de tranquilidad. Durante el día, la gente hace colas en los arroyuelos de los cerros para cargar bidones.
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