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El candidato Pina

JOSÉ RAMÓN GINER Cinco meses después de que resultara elegido en las primarias de su partido, José Antonio Pina, el candidato socialista a la alcaldía de Alicante, es un desconocido para la mayoría de los alicantinos. Es más, Pina no parece mostrar ninguna prisa por convertirse en un hombre público, lo que no deja de resultar paradójico en alguien que se dedica a la política. ¿Qué ha hecho José Antonio Pina durante estos últimos cinco meses? Pues, el candidato a la alcaldía de Alicante ha visitado algunas ciudades en viaje de estudios, ha provocado una crisis en su grupo municipal, respondió a un par de entrevistas en los diarios locales y, más recientemente, ha publicado un artículo en la prensa. Admitan ustedes que este currículo se queda algo corto. A mí no me extrañaría que, de seguir así las cosas, Pina llegue a las elecciones sin que los alicantinos sepan de él mucho más que su nombre, profesión y estado civil. Lo que supondría una rareza. Y un suicidio político. Semanas atrás, Pina publicó en el diario Información un artículo vaporoso, ingenuo, bienintencionado. Al acabar su lectura, nuestro aprecio por José Antonio Pina había aumen-tado considerablemente, pero continuábamos sin saber cuáles eran sus ideas sobre la ciudad de Alicante, qué proyectos tenía, cómo pensaba enfrentar el futuro de esta población. Decir que uno pretende "una ciudad más habitable, más humana y de todos, pero sobre todo una ciudad que sepa dónde va y quiera ir hacia ese objetivo" es un deseo tan ecuménico que ninguna persona sensata lo rechazaría. Pero, quizá los alicantinos hubieran deseado un punto más de concreción en la encíclica del candidato. La buenas intenciones siempre son de agradecer, pero no parecen el material más adecuado para la batalla política. Proviene Pina, como Joan Romero, de la universidad. En política, nuestra universidad ha dado algunos teóricos de prestigio y una cantidad considerable de actores de reparto. Más raro es que haya proporcionado algún verdadero líder. El mundo universitario acostumbra a ser un mundo de especulaciones, de ideas brillantes y poco contrastadas en lo cotidiano. Cerrado sobre sí mismo, confunde fácilmente los límites del campus con los del universo y sus aspiraciones, con las de la sociedad. Estas condiciones suelen producir un tipo de político vacilante, brumoso y dubitativo. Un sujeto de mandíbula débil y pegada corta, propenso a actuar de buena fe y que acaba por enredarse en sus propios pensamientos y en las zancadillas del adversario. Hay, sin embargo, en las propuestas de Pina un fondo moral que no deberíamos ignorar. A mí, me merece un gran respeto su voluntad de hacer política más allá del gatuperio en que la política se ha convertido. No seríamos justos si rechazásemos sin más esta voluntad de Pina. Sin embargo, tengo mis dudas de que ese tono pausado y voluntarioso que el candidato ha impuesto en su camino hacia la alcaldía resulte el más adecuado para una situación como la que vive Alicante. Esta ciudad está siendo arrasada y, en unos años más, la hecatombe puede ser considerable. Enfrentarse a esta situación requerirá algo más que buena voluntad. Hará falta energía y carácter. Mucho carácter.

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