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CRÍTICAÓPERA

Jornada histórica en el Palau

El ocaso de los dioses Wagner: El ocaso de los dioses. Hildegard Behrens, soprano (Brünnhilde). Heikki Siukola, tenor (Siegfried) Matti Salminen, bajo (Hagen). Oscar Hillebrandt, barítono (Gunther) Coro de Valencia. Orquesta de Valencia. Director: Franz-Paul Decker. Palau de la Música. Sala Iturbi. Valencia, 24 octubre 1998.Esta interpretación de El ocaso de los dioses coronó la edición en concierto de la Tetralogía, que el Palau de la Música iniciara con La Walkyria en el ya lejano 1991. Para una ciudad como Valencia, donde la actividad operística es todavía una experiencia efímera, la empresa de programar en su integridad el gigantesco ciclo wagneriano resultaba quimérica. El que este Anillo culminase con el satisfactorio nivel artístico alcanzado anteayer en el Ocaso es un dato que habla muy en favor de la gestión musical del auditorio valenciano. Para empezar, se contó con un Hagen (Matti Salminen) y una Brünnhilde (Hildegard Behrens) absolutamente excepcionales. El bajo finés dio al siniestro bastardo la potencia vocal y la expresión sardónica establecidas por la clásica escuela wagneriana. Behrens se mueve en una línea menos rotunda que las míticas Varnay o Nilsson, pero su intensa dramaturgia vocal y escénica -pues la soprano representó con veracidad teatral- arrebata al espectador gracias a un fraseo conmovedor que la soprano alemana construye a partir de sus propias limitaciones. No se advierten éstas en el impulso de la columna sonora, timbrada y penetrante en el registro agudo, sino en la fragilidad del grave, del que la Behrens se sirve inteligentemente como recurso dramático, rozando casi el Sprechgesang expresionista. Que una intérprete genial de la Marie del Wozzek bergiano entienda así la declamación wagneriana es un síntoma de la comprensión profunda que Behrens tiene del cosmos visionario del compositor revolucionario que fuera Wagner. Heikki Siukola cantó Siegfried con medios suficientes, ya que no con el halo soñador del antihéroe que conocemos por Windgassen o Jerusalem. Caso inverso fue el Gunther de Oscar Hillebrandt. Jane Henschel elevó el intenso papel de Waltraute a la máxima emoción en el crepuscular relato del Walhalla. Eva Johansson sacó notable partido dramático a la intervención de Gutruna en el último acto. Ambas, junto con Camilla Ueberschaer, compusieron un admirable trío de Nornas. El de las hijas del Rin, en las voces de Isabel Monar, Marina Rodríguez y la Ueberschaer, ofreció el adecuado contrapunto vocal al desafiante Siegfried de Siukkola en la primera escena del tercer acto. Desparrame de volúmenes Franz-Paul Decker llevó la obra con buen tempo, si bien no dio la misma respiración musical a la Orquesta de Valencia en los amplios y maravillosos interludios instrumentales que a los cantantes. En general, el pulso dramático quedó bien sostenido por la batuta, proclive en algún lance al desparrame de los volúmenes, y con un corte injustificado en la escena entre Hagen y Alberich, máxime cuando este papel venía encarnado con absoluta propiedad por Franz Josef Kapellmann. La Orquesta de Valencia se entregó sin reservas y alcanzó unos resultados sonoros de insólita calidad musical. El Coro de Valencia, pese a la brevedad de su intervención, también contribuyó a redondear esta jornada histórica en el Palau.

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