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El mejor secreto de la ONCE

Mientras la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) ansía fichar a la estrella Abraham Olano, otro ciclista del equipo que sufraga el organismo sigue sumando triunfos prácticamente desde el anonimato. Su nombre es Manuel Díaz y desde que en 1991 comenzó a competir con la selección española de su especialidad, ha subido al podium en múltiples ocasiones. En 1992, 1996, 1997 y 1998, este ciclista, que sufre una minusvalía en la vista, subió a lo más alto del podium tras ganar el campeonato de España en ruta y en pista. En 1993 ganó el campeonato de Europa y un año después se adjudicó el del mundo en ruta y contrarreloj. Recientemente ha sumado a este palmarés el subcampeonato del mundo en ruta, que ganó en la localidad americana de Colorado Springs. Queda por saber qué habría pasado si Manuel Díaz no hubiera corrido con el malestar que le quedó de una caída, tres días antes de la competición, y que dejó fuera a dos compañeros de la selección. El hecho de que Díaz no haya centrado la atención, que sí captó Olano durante el campeonato del mundo, reside en que el primero compite en tándem. La minusvalía que padece en la vista el ciclista nacido en Alcoy hace 41 años, le ha relegado a una competición menos afamada que la de los protagonistas de las grandes rondas de Italia, Francia y España. Además, en 1995 sufrió un accidente automovilístico, del que aún sufre secuelas. Fue un año de paréntesis. Sin tirar la toalla, al año siguiente volvió a proclamarse en campeón de España. Este título lo repetiría en 1997 y 1998 con el récord nacional. A los sacrificios comunes de los deportistas de élite, Manuel Díaz ha de añadir los de su propia situación. "Lo peor son las horas de menos que pasas con la familia. Yo no tengo los domingos por la mañana para jugar con mi hijo pequeño de tres años o para charlar con mi otra hija de 12", explica. Cada día salta de la cama a las cuatro y media de la mañana. Entre semana inicia muy temprano la venta de cupones de la ONCE con la que se asegura el sustento. "Aquí no hay primas, ¡qué va!", exclama cuando se le pregunta acerca de las compensaciones económicas por sus campeonatos. "De momento sólo me han pagado las dietas y el desplazamiento cuando tengo que salir a competir. El resto sale de mi bolsillo", lamenta. De tanto en tanto llega alguna subvención para las cubiertas de la bici por parte de la ONCE, que también le facilita el equipaje oficial. A diario cumple con su entrenamiento que empieza hacia las diez y media y prolonga hasta las tres de la tarde: "La constancia es importante. Hay que coger la bicicleta unas cinco horas todos los días". Intensifica su puesta a punto de marzo a abril, que es cuando se prepara para la temporada de campeonatos. Asegura que pedalea todos los días entre 100 y 150 kilómetros de carreteras comarcales que rodean Alcoy. Los días que entrena en pista llega hasta Ontinyent, localidad en que la concejalía de Deportes le facilita el velódromo local. Durante siete años el ibense Juan Enrique Vidal ha sido su compañero de bici. Este año el valenciano Juan Muñoz ha tomado el relevo. "Es difícil encontrar a alguien que se acople. Hay que equilibrar fuerzas, porque cuando a uno le coge la pájara, el otro tiene que pedalear con 80 kilos de más". No ajeno a la polémica del dopaje en este deporte, Díaz defiende la honorabilidad de sus colegas: "La imagen que se ha visto del ciclismo no ha beneficiado en nada. En Francia las autoridades entraron a saco, casi sin respetar. Yo creo que nadie se arriesga a que lo pillen, eso te cuesta la ficha". Manuel Díaz no tiene héroes del ciclismo a quien imitar: "Sufre tanto el primero como el último del pelotón". Su próxima meta es llegar a Sidney, donde espera sacarse la espina de no haber conseguido una medalla olímpica.

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