UN AÑO DE LA MUERTE DE DIANA
Sin proponérselo, el cantante británico Elton John resumió ayer en un solo comentario el ánimo, algo ambivalente, de los británicos que conmemoran hoy el primer aniversario de la muerte de Diana de Gales. Como si de una paráfrasis de la sentida rima de Bécquer "¡qué solos se quedan los muertos!" se tratara, el músico lamentó que la princesa estuviera enterrada en un lago de su lejana casa natal, Althorp. "Deberían trasladarla a la abadía de Westminster", pidió, al tiempo que hacía votos por dejarla descansar en paz. A ella y a todas las fricciones y supuestas conspiraciones surgidas tras un accidente que costó también la vida a su acompañante, Dodi Fayed, y el chófer, Henry Paul.Desde que Diana fuera devuelta para siempre a la aristocrática tierra de sus antepasados, sin embargo, demasiadas cosas han sucedido en el Reino Unido como para que el deseo del artista se haga pronta realidad. Si bien es cierto que la ciudadanía ha preferido ahora la sobriedad para recordar a Diana, el vendaval levantado por su desaparición aún no ha cedido.
Ben Pimlot, biógrafo de la soberana Isabel II, recordaba ayer en el dominical The Sunday Times que la monarquía inglesa, "contra todo pronóstico, ha tenido un buen año". Las críticas a la propia reina y al príncipe Carlos, demasiado secos y remotos a los ojos del pueblo en las horas siguientes a la tragedia, han cedido. Los consejeros, con el Gobierno a la cabeza, han hecho una buena labor. Después del mea culpa real, Isabel II ha abierto la corona a la era informática y entrado en Internet; ha recordado que las reverencias no son obligatorias y nombrado un secretario de comunicaciones que debe remodelar su propia imagen. "Ahora bien, si los Windsor desean mantenerse en el trono durante generaciones, deberán hacer algo más que designar a un experto comunicólogo", subraya el escritor.
El futuro más inmediato guarda, por ejemplo, el cincuentenario de este reinado isabelino, a celebrar en el año 2002. La educación sentimental de los príncipes Guillermo y Enrique estará, por otro lado, en pleno apogeo. Y en cuanto a su padre, tendrá que afrontar de una vez su relación con Camilla Parker Bowles. "El imperio se perdió hace tiempo y la sociedad ya no necesita de familias modelo ni jefes supremos. ¿Qué hará entonces la Casa de Windsor para evitar la desintegración social, principal preocupación de un monarca que se precie".
El mismo biógrafo brinda una solución. Propone recuperar el símbolo de unidad nacional ajeno al partidismo de una corona moderna. Mientras tan monumental labor es abordada, Gordon Brown, ministro de Hacienda y representante del nuevo laborismo, enfurecía ayer a varios de sus colegas al afirmar que piensa continuar "la labor humanitaria iniciada por Diana". Unas palabras poco afortunadas, toda vez que el propio primer ministro, Tony Blair, y su esposa, Cherie, recordaron de forma discreta y sin declaraciones a la princesa. Estuvieron en Balmoral en compañía de la familia real. Carlos de Gales, sus hijos y el resto de los Windsor también permanecerán hoy en Escocia. Camilla, por su parte, ha salido de vacaciones rumbo a Corfú. Para después del recuerdo quedan las disputas sobre el destino de los 85 millones de libras (21.000 millones de pesetas) recogidos hasta la fecha por el fondo en memoria de Diana. La bandera nacional ha ondeado a media asta en el palacio de Buckingham y mañana será otro día normal para los británicos.
Para la corona, da comienzo la segunda etapa de la nueva era reformista que se ha visto forzada a emprender arrastrada por la ola ciudadana originada por el más querido y próximo de sus miembros.-
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