Viajeros
Siguiendo con los entretenimientos de agosto, hoy les hablaré del último vuelo filosófico. La posmodernidad ha lanzado un torpedo deconstructivo en la línea de flotación del sector turístico. Aunque de momento sólo lo conocen círculos muy selectos de la Universidad de Indiana, lo lógico es que pronto se difunda entre gente menos chic. Quiero adelantarles que se trata de una revolución cuyos efectos sobre Cataluña o Sicilia serían devastadores. Aplicando la deconstrucción a las guías y artículos turísticos de los diarios, el profesor Kurt Demiras propone un método posturístico que permite visitar zonas desprovistas de absolutamente todo interés y evitar así los efectos narcóticos de la enajenación lírica. Si se estudia con paciencia, cualquiera puede aplicarlo con éxito. El explorador Caivano y yo lo hemos aplicado, y el resultado ha sido apoteósico. Gracias al método Demiras descubrimos la comarca del Gilipollés, casi deshabitada, y nos adentramos por la serranía de la Almorrana. Allí, en un recóndito lugar rodeado por granjas porcinas, el gastrónomo deconstructivo encontrará el restaurante de la gasolinera, posiblemente uno de los peores del mundo. Puede comenzar con una morralla de embutidos para animar la urticaria, y pasar luego a un Choto con patatas que hace bola en el esófago. No pudimos resistirnos al postre, flan chino El Mandarín ligeramente perfumado a la lejía. Un café hirviente y una copa de cazalla acabaron de despellejarnos el paladar. De regreso, sumidos en un crepúsculo que por poco nos empotra contra un camionarro de cuatro ejes, juramos no volver a pisar semejante lugar. La eficacia con la que el método Demiras te cura cualquier tentación de salir de casa es rotunda. Ojo: si el posturismo prende en España, la izquierda puede volver a ganar las elecciones.
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