"A partir de ahora voy a luchar a muerte por la Real"

José Félix Guerrero (Portugalete, 1975) torció el curso normal de su carrera futbolística cuando hace un año se le cerraron las puertas del Athletic y tomó la autopista hasta Santander. Un año después, la Real Sociedad ha consumado un fichaje sin ocasionar ningún trauma entre la afición. Al contrario, en tan sólo 10 días de estancia en San Sebastián, José Félix Guerrero parece un producto de Zubieta. Pregunta. ¿La Real es una estación de paso, un trampolín o un objetivo en sí mismo? Respuesta. Ahora es mi único objetivo. Ya me conocéis, voy a intentar jugar lo máximo posible. Mis metas están colocadas a un plazo de tiempo corto. P. ¿Cómo tenía catalogada a la Real Sociedad? ¿Quién le ha informado? R. Soy vasco y conozco a la Real. Además, tengo amigos dentro de la plantilla que me han facilitado todos los detalles de esta entidad. Aquí se llevan muy dentro los colores y he captado una fuerte implicación de los aficionados y de la prensa con el equipo. P. No ha extrañado el escudo de la Real, según dicen porque es un profesional íntegro. R. Lo tengo muy claro. Soy profesional del fútbol y ahora estoy en un gran equipo al que me debo de todo corazón. A partir de ahí voy a luchar a muerte por la Real. P. ¿Guarda algún sentimiento por no estar en el Athletic ahora que se va a poder codear con los mejores clubes de fútbol de Europa? R. La vida me ha marcado este rumbo y ahora estoy en la Real, nada más. Lo único que puedo sentir es un poco de pena por la ilusión que tenía mi padre por ver jugar a sus dos hijos juntos. Aparte de eso, todo está olvidado. Voy a tratar de estar aquí lo más a gusto posible. P. ¿No está harto de que los informadores le preguntemos siempre por el Athletic y por su hermano Julen? R. Forma parte del trabajo de los periodistas. Yo tengo asumida esa cuestión, de la misma forma que ahora mismo, pese a lo que se diga, voy a jugar por y para la Real Sociedad. Trato de que todo eso quede en un segundo plano. Yo soy José Félix, mi hermano es Julen, somos hermanos y dos grandes amigos. Se da la circunstancia de que estamos en dos equipos rivales, pero son azares de la vida. P. Usted ha declarado que no le preocupa la competencia que le espera en su puesto. ¿El riesgo va con su carácter? R. Lo mejor del fútbol es la competitividad. Yo defiendo la sana rivalidad entre compañeros, porque de ahí surgen los mejores resultados deportivos del conjunto. Es cierto que la Real tiene muy buenos jugadores para disputarme el puesto, lo cual me obliga a no bajar nunca la guardia. También tengo claro que aquí estamos todos para ayudarnos porque prima el grupo. P. Dicen que es un jugador de corte defensivo. ¿Qué cualidades puede aportar a la Real? R. Las que me encomiende el entrenador. Me considero un jugador polivalente porque he desempeñado varias funciones dentro del campo. Yo trato de buscar siempre lo mejor del equipo olvidándome del beneficio propio. P. ¿Le ha sorprendido algún compañero actual? R. La Real tiene grandes jugadores, pero destaca el bloque sobre lo demás. Sí me ha llamado la atención, pero hace ya algún tiempo, la zurda de Javier de Pedro. Hoy por hoy es la mejor zurda del fútbol español. Pero no es nada nuevo que lo diga yo ahora. P. Siendo el primer exponente de Lezama que llega a San Sebastián, ¿puede ayudar a distender las relaciones entre ambos clubes? R. Espero que sí. Soy el primer jugador de la cantera de Lezama que recalo en la Real, pero eso se queda en un mero dato. De las relaciones Real-Athletic yo siempre he tenido una cosa clara: deportivamente siempre ha existido una fuerte rivalidad, pero todo se termina en el terreno de juego. Nunca han existido malos tratos, ni violencia. El pique deportivo se ciñe al derbi y yo creo que esto debe seguir así. P. ¿Y qué le parece la convulsión en el Tour por el dopaje? R. Me afecta porque soy profesional del deporte como ellos y me choca que la Policía francesa actúe de esta manera y trate así a profesionales del ciclismo. No entiendo cómo pueden detener a corredores y médicos para trasladarles a una cárcel dejándoles incomunicados durante cinco horas en una celda.