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FRANCIA 98

Un 'gol de oro' resuelve un partido de plomo

Francia doblega en el último suspiro de la prórroga a Paraguay y evita los penaltis

Ramon Besa

Francia escapó de la cárcel de Paraguay cuando el partido quedaba a expensas de un ajusticiamiento desde el punto de penalti, muy a gusto de dos porteros tan excéntricos como el Loco Chilavert y Barthez, pero lejos del deseo de quienes rigen la Copa del Mundo, espantados por tener que jugarse los cuartos a cara y cruz.No estaba Francia para arrodillarse, entregarse a la oración y pedir justicia ante un equipo sin historia futbolística. Llegar a los penaltis significaba claudicar, aceptar que los bleus, ese equipo de fútbol romántico, de gran caudal ofensivo, había sido incapaz de derrotar a un colectivo cuyo mayor mérito es no encajar un gol.

No debe haber otra selección mejor en el mundo para jugar al cero a cero que Paraguay. Y Paraguay estaba tramitando una faena perfecta. Le quedaban siete minutos para simplificar la contienda en un duelo de porteros. Un éxito. La cenicienta estaba dejando seca a Francia, la anfitriona, la organizadora, la abanderada del gol.

FRANCIA 1

PARAGUAY 0Francia (1): Barthez; Lizarazu, Blanc, Desailly, Thuram; Djorkaeff, Deschamps, Petit (Boghossian, m. 70), Diomede (Guivarc'h. m. 77); Henry (Pires, m. 65), Trezeguet. Paraguay (0): Chilavert; Arce, Gamarra, Ayala, Sarabia; Acuña, Paredes (Caniza, m. 75), Enciso, Campos (Yegros, m. 56); Benítez, Cardozo (Arístides Rojas, m. 91+). Gol: 1-0, M. 114: Blanc marca a bocajarro en el área pequeña un centro de cabeza de Trezeguet. Árbitro: Ali Mohamed Bujsaim (Emiratos Arabes Unidos). Mostró tarjeta amarilla a Chilavert (m. 20), Benítez (m. 24), Enciso (m. 33), Arce (m. 85) y Rojas (m. 100). Incidencias: Lleno total en el estadio Felix Bollaert de Lens, con unas 41.000 personas.

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La hinchada de Lens y la de Francia se desesperaba. No había manera. Una vez era la pierna de Gamarra, después la cabeza de Ayala, más tarde el culo de Arce y hasta el brazo de Enciso. El balón no entraba. Hasta que a Pires se le ocurrió mirar y templar, y a Trezeguet, dejar la pelota de cabeza en lugar de rematarla, y ponerla a huevo para que Blanc acabara con 113 minutos de esterilidad. Era, en verdad, un gol de oro, atrapado en un momento de lucidez frente a tanta angustia y confusión generada por un desenlace inesperado.

A Paraguay todos los equipos dicen saber cómo ganarle y, sin embargo, no hay quién sepa cómo jugarle. Francia había pintado el partido unas cien veces. Decían los anfitriones del torneo: le daremos ritmo al juego, velocidad al balón, tocaremos para los costados, sacaremos a los centrales y el gol no tardará en llegar. Una declaración de cajón.

Pero puesto el balón en juego, ya fue otra historia. Tardaron un partido entero y prórroga y media en conseguir ese primer tanto que según su declaración de intenciones decidiría la contienda.

Más que movido, el encuentro estuvo parado o dormido. Más que circular, el balón se quedó muerto en córneres, saques de banda y libres indirectos.

Más que dinamismo, hubo mucho cuerpo a tierra. A partir de un buen posicionamiento, Carpeggiani saboteó el partido con gran maestría: dejó caer a Benítez por el flanco de Lizarazu y el lateral se quedó sin campo todo un tiempo; Sarabia nudó las piernas de Henry; Ayala y Gamarra le pusieron una camisa de fuerza a Trezeguet; Arce acortó la banda derecha; y Djorkaeff, un futbolista de juego corto, no pudo tirar un pase, atrapado entre Paredes y Enciso y los dos centrales.

Francia quedó en manos de un Diomede, y, claro, el gol tardó en llegar. El buen funcionamiento de la línea de recuperación, el dúo Petit-Deschamps garantizó un control del juego del grupo de Jacquet, pero al equipo le faltó fluidez.

Sólo cuando Djorkaeff se dejó caer por las bandas y Henry retrocedió unos metros, tuvo cierta llegada frente a Chilavert. Tapiado el campo, el partido se fue consumiendo muy a gusto de Paraguay, deseosa de atrapar la prórroga y, a ser posible, los penaltis.

Huérfano por la lesión de Henry y cansado de la esterilidad del fútbol de Djorkaeff y Trezeguet, Jacquet sacó a toda la tralla (Pires, Guivarc'h y Boghossian). Ya no se trataba entonces de defender un estilo de juego, sino de ganar un partido por la brava.

Fue un último tramo de gran acoso francés que los paraguayos resistieron con suerte, complicidad arbitral -hubo por lo menos un penalti- y también con solvencia.

Pero no les faltó ni paciencia ni constancia a los franceses ante un rival que desquicia a cualquiera, que convierte al mejor equipo en el peor, que hace un arte del del cero a cero.

Tardó en ceder, pero la pared humana paraguaya se desplomó justo cuando el verdugo ya se había puesto la capucha. Vive Francia para suerte del Mundial. Lo de ayer fue, al fin y al cabo, un buen entreno para lo que les espera ante Italia.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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