Extrañeza
He leído el artículo sobre la Maratón de Madrid, que el pasado día 29 se publicó en su diario, firmado por Moncho Alpuente. Me extrañó que alguien como él escribiese sobre este tema. No le conozco personalmente, pero, a la vista de otras manifestaciones suyas en éste y otros medios, no parece que su modo de ser esté muy cerca del espíritu deportivo. En cualquier caso, todo el mundo tiene derecho a opinar sobre el tema que considere oportuno. Al terminar de leer el mencionado artículo no hice más que confirmar lo que ya me imaginaba: no tiene ni idea de lo que está hablando. Debería informarse más en profundidad y no dejarse llevar por tópicos gastados.En primer lugar, le diría que nunca vaya andando por la acera, ni en coche por una autopista, pues ahí también llevamos número (DNI en un caso, más matrícula en otro) y se va "encarrilado cual rebaño". Es sólo una consecuencia de la ley de la gravedad, que nos impide ir flotando (ya nos gustaría a los maratonianos poder flotar) y hace que, en esta vida, estemos casi siempre en fila, en una dirección o en otra.
Pero hablemos en serio. Yo le diría a Moncho Alpuente que muchas veces he dudado en si maldecir a Milcíades o bendecirle por su loca carrera y el lío en que nos metió sin saberlo. Seguro que ahora, desde el Olimpo, da el pistoletazo de salida de la carrera y observa lo que hacemos ese día: correr. En mi caso, es mi tercera Maratón y, aunque correr no sea mi deporte favorito, he sacado, de la práctica de tan dura prueba, enseñanzas a nivel personal, que dudo mucho hubiera obtenido de otra manera. La fortaleza interior, que te da una preparación constante y diaria para que ese día puedas llegar a la meta y decir que has vencido, no sólo a los persas, sino a todo el que se hubiera puesto delante, no se puede obtener sentado en un sillón. Ese día, aunque físicamente lo puedas pasar mal, porque se trata de un esfuerzo tremendo, es una fiesta, o por lo menos yo me lo tomo así. Sientes los nervios de la "alta competición", las dudas de última hora (¿habré entrenado lo suficiente o no?), pero cuando se da la salida sólo hay un objetivo: llegar a la meta. Entretanto, vas sintiendo la energía de los que van a tu lado con el mismo propósito y que se han preparado igual que tú para ello, la energía de la gente en la calle, que te anima para que hagas, por fin, una cosa al año que, en teoría, no sirve para nada porque no tiene ningún precio ni ninguna rentabilidad económica (menos mal), pero sí tiene otras rentabilidades que no se ven.
Como cualquiera que haya corrido la Maratón, puedo decir que se trata de una experiencia única, que no se puede comparar con nada de lo que hacemos los otros 364 días del año. Para Moncho Alpuente, un mensaje final: parece ser que no la va a correr nunca... Él se lo pierde.- . .
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