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Reportaje:FÚTBOL

¿Sargentos o niñeras?

Los últimos conflictos entre entrenadores y jugadores-estrella abren el debate sobre el papel de los técnicos en los clubes

Carlos Arribas

El Rap de Trap, número uno en Alemania. Hitler 2 en acción. Carne fácil para los titulares espectaculares. A Giovanni Trapattoni se le hincharon las narices, se olvidó del que dirán, convocó a los periodistas, se subió al estrado y empezó a pegar puñetazos sobre la mesa. Cada golpe, sincronizado con una ráfaga de alemán sincopado, era una desacarga pública de ira contra tres de sus jugadores-estrella que no paraban de criticarle por no alinearles todo lo que ellos querían. "Un entrenador no es un idiota", voceó el entrenador del Bayern Múnich. "Algunos jugadores piensan más en quejarse que en jugar". "Scholl, Bassler, Strunz estaban débiles, eran' botellas casi vacías". "Strunz no tiene la valentía de hablar con sus colegas". ¿Alguien se imagina a Jupp Heynckes montar un escándalo semejante con relación a Hierro, Raúl o Mijatovic? ¿A Van Gaal resolver su relación con Stoichkov, Anderson o De la Peña por tan expeditiva vía? ¿Son los futbolistas en general una cuadrilla de niñatos malcriados que necesitan un sargento o una niñera? ¿Qué son los entrenadores, jefes de personal, estrategas, psicólogos?Estas preguntas sobrarían, las posibles actuaciones extemporáneas de los técnicos también, si el ideal existiera en la realidad, un ideal que Jorge Valdano define: "Lo primero que tiene que existir es un club, una estructura que marque niveles de seriedad, disciplina y organización, y dentro de ella el entrenador es el dueño de una idea futbolística que tiene que defender desde la autoridad -un entrenador no puede renunciar a la capacidad de mando- y la persuasión".

Pero estamos hablando de fútbol. "El fútbol es un fenómeno que se llena de tensiones cada semana, que requiere de grandes reflejos por parte del conductor para responder a cada situación", dice Valdano. El entrenador, un cargo indefinido realmente, mantiene una dialéctica cotidiana con sus jugadores, sus directivos, los aficionados. Las últimas semanas están cargadas de ejemplos: Heynckes-Sanz-jugadores-afición, Van Gaal-jugadores, Trapattoni-Beckenbauer-jugadores...

"En la dialéctica con los futbolistas la palabra fundamenta es compromiso. Hay que lograr un acuerdo entre todos los estamentos y en ello tienen que comprometer la inteligencia y el sentimiento. Y hasta el conocimiento de la historia del club que se defiende, algo que se está perdiendo". ¿Y si no existe el compromiso que pide Valdano? ¿Y cómo pedirlo cuando los jugadores se han convertido en sociedades anónimas que buscan el mayor rendimiento a sus servicios? Un repaso.

"Los jugadores de fútbol somos muy egoístas, miramos sólo por nosotros mismos y no nos importa el compañero. En el equipo tiene que haber alguien que tome decisiones. En eso estriba la labor y la necesidad de un entrenador". (Eusebio Sacristán, jugador del Valladolid. Antes estuvo en el Atlético de Madrid, en el Barcelona y en el Celta, con técnicos como Cantatore, Menotti, Cruyff, Castro Santos y Kresic).

HEYNCKES. La impotencia. Fabio Capello, el sargento por antonomasia, dejó en apariencia un trabajo fácil para su sucesor. Un equipo hecho, un estilo táctico asumído, una disciplina entendida, un sentido del compromiso entre los jugadores y su técnico... Sin embargo, a los pocos meses, el alemán, al que por el simple hecho de tener esa nacionalidad se le suponía un carácter fuerte y amante de la disciplina, es una figura decorativa en el Bernabéu. Blando e incapaz de mantener una dignidad pública, soporta que en la víspera del partido más importante de la temporada -el del miércoles con el Leverkusen- el vicepresidente del club viaje a Italia a buscarle un sustituto, que la mitad de los jugadores falten a un entrenamiento voluntario en un momento en que él buscaba crear un estado de piña pública o que después de eliminar al equipo alemán, los propios futbolistas le digan que el triunfo ha sido a su pesar. Antes, se había plegado a que fueran los propios jugadores quienes decidieran cuando podían volver a jugar tras una lesión, a pesar de tener el alta médica.

Llegó al Madrid con prestigio -uno de los atributos que según los jugadores hacen a un técnico merecer respeto-, pero no ha tenido los restantes: le ha faltado el apoyo de la presidencia a la hora de imponerse a un colectivo que descubrió los brillos del star system fuera del césped y ha caído en el error de tratar a los jugadores de distinta manera: ha hecho la pelota a unos y se ha mostrado intransigente con otros. Ha perdido el respeto de todos y no ha abierto la boca, no ha podido. Dicen que no ha sido capaz de dimitir, a pesar de todo, por no perder el dinero de su segundo año de contrato. Algunos jugadores de la plantilla, como Hierro o Panucci, hablan todas las semanas con Capello. Añoran al técnico italiano, que fue capaz de enfrentarse a Lorenzo Sanz teniendo de su lado a los jugadores.

VAN GAAL. La coherencia. "La labor de un técnico es puramente pragmática y consiste en encontrar las mejores soluciones para ganar. Lo más importante es que un técnico supere los malos momentos aplicando con coherencia su método, que siga creyendo en él mismo. Y lo más grave que le puede pasar es que quiera cambiar su forma de pensar. Tiene que planteárselo así: o él, tal como es, u otro técnico diferente". (Julio Velasco, seleccionador italiano de voleibol). Si hay algo que puede caricaturizar a Louis van Gaal es un cuaderno de notas grande en sus manos durante los partidos. Es, el holandés, el técnico aferrado, y no sólo simbólicamente, a su sistema. Una actitud ahora aplaudida por coherente y antes, cuando el Barça era un equipo de juego vulgar, criticada por rígida. Sin embargo, su verdadero secreto ha sido el lograr la fuerza suficiente para poder imponer su concepto disciplinario, resumido en su credo: "Un jugador dispone de dos oportunidades para demostrarme que puedo contar con él. Al segundo error, fuera, no me interesa". Se saltó esta regla, pero sólo aparentemente, con Stoichkov. Aplazó su ejecución porque la plantilla le pidió clemencia. Pero sólo la retrasó

A pesar de que queden pocos jugadores de la época de Cruyff, Van Gaal se ha apoyado en un espíritu que puso en funcionamiento el creador del dream team. Cruyff se hizo respetar desde el momento que sus jugadores sabían que era un entrenador con nombre y prestigio. Pero, sobre todo, por la importancia que logró en el funcionamiento del club, alcanzó un poder tan grande, fue tan importante que a los demás sólo les quedaba acatar sus órdenes. Salirse de ellas, rebelarse, no tenía sentido para ningún jugador El era el que mandaba, los demás estaban para obedecer. Tenía también todo el respaldo de los directivos, eso es lo que le dio fuerza para poner a los jugadores en su sitio. Van Gaal también cuenta con todo el apoyo de Núñez.

TRAPATTONI. El carácter. Al día siguiente de su speech sanguíneo Glovanni Trapattoni supo que había dado en el clavo a pesar de las bromas pesadas de recordarle a Hitler o hacer un rap con sus palabras. Fue el turno de Franz Beckenbauer, el presidente del Bayern, de subir al estrado y declarar su apoyo total al técnico. Los resultados deportivos no acompañaron -el título liguero se aleja y han sido eliminados de la Liga de Campeones-, pero el entrenador italiano recuperó el poder. Así explicó las claves en el diario La Reppublica: Los alemanes no entienden. "Aquí, en Alemania, jugadores y periodistas no paran de hablar, pero la mayoría de las veces no saben lo que dicen. Algunas veces, por ejemplo, en que no he alineado de titulares a Scholl y Bassler, éstos han declarado a los periodistas que es porque yo soy demasiado defensivo. ¿Defensivo yo? Una mierda. Juego con dos puntas y dos medias puntas. ¿Qué quiere decir defensivo? No entienden de fútbol. En Italia, el aficionado quiere ver jugar al fútbol y entiende de táctica; aquí, en Alemania, no. Aquí no forma parte de su cultura, y cuando un jugador habla, se le da en la prensa todo el espacio que quiera, diga lo que diga. El problema es de cultura. En Alemania, el diálogo, el tono sosegado lo toman los jugadores como un síntoma de debilidad. Si no das puñetazos encima de la mesa, si no voceas, parece como si te rindieras. Bien, les he contentado, he voceado yo también. Me he hecho el duro. Pero luego, con los jugadores, con los dirigentes del club, dialogo. Debatimos todos los asuntos. La relación es óptima, de verdad".

RENZO ULIVIERI. La dignidad. El pasado enero, hace dos meses, Roberto Baggio le dijo que ni loco se sentaba en el banquillo durante el partido contra la Juventus. Se fue del campo. Encendió una cerilla durante un escape de gas y luego se excusó diciendo que no pensaba que su gesto pudiera tener esas consecuencias. Pero midió mal su reto. Los aficionados se ponen, en un primer momento, de su lado. Los directivos, también. Ulivieri, cargado de dignidad, dimite. Al día siguiente todos le dicen que vuelva, y él regresa, cargado de poder. BERTI VOGTS. La astucia. Antes de creerse a pies juntillas las declaraciones de un técnico o un jugador, o de dar importancia a lo que dicen, lean éstas de Berti Vogts, seleccionador alemán: "Hoy día, un seleccionador tiene que aprovecharse de los medios de comunicación, jugar con ellos. Por ejemplo, a veces hay que proteger a un jugador, otras, es necesario criticarle en la prensa para picarle, para despertar su orgullo. Pero esto no quiere decir que el trabajo de seleccionador consista en un 10% de trabajo en el campo y un 90%) en los medios de comunicación. Si eso es el fútbol actual, entonces yo no tengo sitio en él. Yo freno ante un semáforo en rojo, y no me pongo a hablar pensando que es el piloto de una cámara que se acaba de encender.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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