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CICLISMO

"Lo que no te mata te hace más fuerte"

Lance Armstrong supera un cáncer y vuelve en Andalucía a la competición

"Me sentía asustado, asombrado, entristecido. Me asustaba el hecho de que iba a morir y me asustaba perder mi carrera deportiva. No estoy seguro de lo que pensé primero: 'nunca correré más' o 'voy a morir'. Para mí, pensar en las dos cosas a la vez significa mucho. Por eso he querido volver a correr".En cuatro frases, Lance Armstrong resume lo que ha sido una de las historias más insólitas y milagrosas en el deporte, y única en el ciclismo: volver a correr en bici a nivel profesional después de haber padecido un cáncer. En el caso de Armstrong saltó desde sus testículos a su abdomen, a sus pulmones y, finalmente, a su cerebro. Los médicos le dieron un 40 por ciento de posibilidades de vivir. Superar la enfermedad para pedalear en el pelotón profesional otra vez suena a una de las peores películas de Hollywood, demasiado triste y enoblecedor del espíritu humano para ser verdad.

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Pero la realidad ha superado a la ficción y en la Ruta del Sol, la pasada semana, Armstrong volvió con el equipo americano US Postal. Habían transcurrido 518 días desde su última carrera, y casi 14 meses desde la víspera de los Mundiales de Ciclismo de 1996 en Lugano, cuando comunicó al mundo que tenía cáncer.

Por aquel entonces parecía que no hubiera un ciclista más robusto, fuerte y dinámico en el pelotón que él. Ganador con tan sólo 21 años de los Mundiales de Noruega en 1993 delante de Miguel Induráin, siempre había mostrado unas ganas tremendas de correr en la carretera, una agresividad y una seguridad en sí mismo que nada ni nadie podían parar. Casi como una caricatura de lo americano de los filmes del oeste, el cowboy bueno, fuerte y un tanto inocentón. Hasta su nombre, Lance Armstrong, parecía el de un héroe de un cómic.

De repente, se convirtió en una víctima. Le extirparon un testículo y luego aguantó las terribles sesiones de quimioterapia con el mismo valor que había echado a las carreras. Sabía que no le quedaba más remedio. "Para mí, es duro ser corredor de bicicletas, entrenar y sufrir, correr y sufrir. Pero no tiene ni punto de comparación con estar tumbado en una cama con tubos saliendo de tu pecho, sintiendo náuseas fortísimas, vomitando durante las 24 horas del día cinco días seguidos y luego volver a hacerlo todo dos semanas después. Y luego dos semanas después, y...". Y cita una frase: "Lo que no te mata te hace más fuerte".

Curiosamente, Armstrong recurre al ciclismo para dar una imagen de cómo se sentía en esos momentos: "Tenía mucho que ver con una contrarreloj. Tenía miedo a perder la vida. Fue como si tuviera el maillot de líder y tuviera perderlo. Te dan referencias de tiempo cada cinco kilómetros en una contrarreloj y si vas superando a tus rivales, eso te hace ir más rápido, más fuerte. Desde que empecé la terapia me hicieron controles de los tumores periódicamente. Sabía que la terapia iba ganando al cáncer y eso fue una motivación añadida. Me sentía fatal, pero sabía que lo que tomaba y lo que me hacía sentir que me moría me estaba salvando la vida".

Tuvo el apoyo de toda su familia y los e-mails y cartas de fans en todo el mundo no cesaron, pero le tocó a su ex equipo, el francés Cofidis, el papel de bruja malvada. "Firmé para ellos en septiembre" de 1996 como una persona sana y normal, y sin idea de lo que iba a pasar después. Pero al empezar mis entrenamientos de invierno me empecé a sentir mal y el 2 de octubre me diagnosticaron el cáncer". Cinco días después, en una rueda de prensa, según Armstrong, Cofidis prometió apoyarle durante todo el tratamiento. Pero al empezar la quimioterapia, se presentó un representante en la ciudad de Austin, Texas, donde reside Armstrong, y después de saludarle y desearle suerte en la cama del hospital, salió del cuarto e informó a su mánager de que querían renegociar el contrato. Bajaron de 2,5 millones de dólares por dos años a 1,2 millones por uno, pero terminaron por pagarle la mitad.

Cuando llegó agosto del año pasado, el agente de Armstrong voló a Francia para informar al equipo de que podría volver a correr. Pero según Armstrong, en Cofidis dijeron que estaba acabado. Finalmente, después de tres largas semanas, ofrecieron 150.000 dólares por un año, pero ya era tarde. Firmó por US Postal por una cantidad "un poco más grande".

Su pelo ha vuelto a crecer, pero ya no es el mismo, Lance que hace un año. Se ha involucrado profundamente con la comunidad de pacientes de cáncer. "A los que sobrevivimos al cáncer nos unifica la creencia de que ha sido beneficioso en nuestras vidas. He pasado mucho miedo y podría haber muerto, pero fue la mejor cosa que me podía ocurrir. Piensas que lo tienes todo: tu carrera va bien, tu cuenta bancaria es sana, tu familia es fantástica. Luego te ocurre algo como esto y te recuerda que todo eso no tiene la más mínima importancia. Te recuerda que sin tu salud puede que no veas la semana que viene. Es una llamada de despertador tremendamente especial. No diría que quisiera volver a pasar por todo ello, pero ha sido el año más fantástico de mi vida".

Irónicamente, a causa del cáncer, aparte de encontrar un sentido muy especial y sabroso a la vida, Armstrong también ha encontrado el amor. El año pasado, en una carrera contra el cáncer, conoció a una californiana, Kristin Richards, con quien se casará el 8 de mayo en Santa Bárbara.

También ha organizado la Lance Armstrong Foundation, una fundación para investigar los cánceres conocidos urológicos. Organizan un congreso anual al que acuden cientos de médicos para hablar de los avances contra estos tipos de cánceres, además de ayudar con la Carrera de las Rosas y montar eventos deportivos. Tienen una inmensa y bien organizada página en internet, diseñada para informar y ayudar [www.laf.org]. En un toque muy tierno, su novia Kristin escribe allí su KrÍstin's Corner, un diario íntimo sobre el progreso de Lance.

Su motivación para volver está irremediablemente unida a su enfermedad. En una entrevista con el Chicago Tribune, comentaba: "Soy un paciente de cáncer, mucho más que ciclista o deportista. Y eso está bien. Quiero formar parte de la comunidad de enfermos de cáncer, y quiero que siempre me conozcan como un superviviente del cáncer".

En su primera conferencia de prensa antes de volver a las carreras, en Sevilla hace ocho días, dijo que, aunque quería volver a ganar, no le importaba si no ocurría. "Esto en sí [volver a las carreras] es una victoria, una forma de ayudar a la gente a ver que el cáncer se puede superar".

Del cáncer no hay en estos momentos síntoma alguno. "Me hicieron un chequeo justo antes de volar a Europa el martes pasado y todos los controles decían lo mismo. Por ahora, bien". Vivirá en Mónaco, con su novia y un gato al que han llamado Chemo: un toque de humor negro (Quimio, en español, la mitad de la palabra quimioterapia).

Y luego, ¿qué? "No lo sé. No soy una persona paciente y tengo que ver si merece la pena seguir. Me he dado el plazo de un año para ver si es posible. Si no funciona, dejaré el deporte sin rencores, sin mirar atrás". "No consideraría un éxito el regreso al ciclismo meramente si logro empezar mi primera carrera". De hecho, ese obstáculo ya se ha superado. "Empezar mi primera carrera es una victoria sobre el cáncer y punto. Pero tengo los mismos principios que antes. Puede que sea un fallo mío, pero lo que me va a mantener en este deporte o indicar que es hora de dejarlo es ver si vuelvo a mi nivel. No ahora mismo, pero sí en algún momento". La llama de la ambición y del espíritu humano han resultado impagables.

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