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Abel Antón, la consagración del corredor de fondo

El soriano, Valero Rivera y Michael Jordan, los mejores del año para 100 personalidades consultadas por EL PAÍS

Cuando en todo el mundo el año 1997 ha sido el de la toma del poder por los niñatos del deporte -Hingis, Ronaldo, Woods, Ullrich, Venus Williams... -, hete aquí que el deporte español en pleno elige como figura más representativa del año que se acaba a un deportista, Abel Antón, que ha alcanzado su mayor triunfo, el Mundial de maratón, bien entrado en los 30; escoge como mejor deportista mundial a una figura, Michael Jordan, que es la única leyenda viva a escala planetaria, y como mejor técnico trabajando en España a Valero Rivera, el entrenador del Barcelona de balonmano, un hombre que lleva años y anos superando sus máximos objetivos, sin fallar ni uno. ¿Conservadurismo en los votantes? ¿O sabia certidumbre de que el deporte no se hace de estrellas fugaces sino de carreras consecuentes?Ni revelaciones ni practicantes de deportes de equipo. Podría pensarse que el deporte español, que vive los tiempos más gloriosos de su historia, sólo es capaz de generar figuras de largo recorrido, atletas que sólo a base de esfuerzo individual se alzan por encima de una media mediocre. Las últimas grandes figuras proyectadas por deportes colectivos han sido Epi y Butragueño. Han sido los únicos capaces de trascender su ámbito y hacerse enormemente populares, los únicos que han superado las limitaciones de unos de portes de conjunto que, exceptuando el waterpolo de oro de Atlanta, han sido demasiado rácanos en sus éxitos, por lo menos comparados con las explosiones individuales paralelas: Induráin, Bruguera, Arantxa, Conchita, Ballesteros, Olazábal, Carballo, Cacho, Fiz, Antón...

No todo es tan sencillo, sin embargo. El éxito de Antón no habría sido posible sin una espectacular transformación del deporte español en sus ámbitos menos visibles. El Mundial de Antón no habría llegado si no hubiera estado ahí Martín Fiz, pero tampoco se habría dado sin el trabajo de una generación de técnicos y entrenadores -Pascual, Rojo, Padilla...- que han colocado a su estamento en primer nivel mundial. Todos los deportes son, finalmente, de equipo. Aunque, a fin de cuentas, quien triunfe sea siempre un corredor de fondo.

El deporte español podría haber elegido perfectamente a todo el maratón español, un colectivo que hace sólo cuatro o cinco años era una entelequia, pero que desde que Martín Fiz ganó el Europeo del 94 y el Mundial del 95, muchos otros atletas han entrado por la puerta que él abrió, y el maratón se ha convertido en la gran especialidad del atletismo español.No sólo la consecución de la Copa del Mundo lo resalta, el duelo anunciado entre Fiz y Antón, la gran revancha, se dará en el Europeo, pero también en una cita única regada de millones: algo impensable hace nada. La designación individualizada de Antón simplemente pone de manifiesto una de las grandes crueldades del deporte de éxito: sólo el que gana existe; del segundo hacia atrás, todos son perdedores.

En un país donde el fútbol absorbe la práctica totalidad de la afición deportiva, resulta especialmente destacable que los deportistas de élite hayan votado a un entrenador de balonmano como el mejor técnico de la temporada. No se trata de una situación baladí. Ni es circunstancial. Valero Rivera ha logrado el mayor número de votos. Y a los ojos de casi todo el mundo este hecho hace justicia a un hombre que está dejando su vida por un deporte, el balonmano, en el que encuentra su más grata recompensa.

Rivera entró en el Barcelona como técnico del primer equipo en 1983. Lleva, pues, 14 años al frente del equipo, y esa longevidad ya da una clara idea de lo que está suponiendo su paso por el club azulgrana.

Es cierto que Josep Lluís Núñez, presidente del Barça, ha sido hombre fiel a algunos de sus técnicos: lo fue con Cruyff -a pesar de las múltiples divergencias que mantuvieron-, también con Aíto García Reneses y con Rivera. Pero ningún otro soportó tanto tiempo la presión de estar sentado en el banquillo con la obligación de ganar, ni sumó tantos títulos a su palmarés.

Ése es precisamente un aspecto fundamental de su carrera deportiva. Nadie ha sumado tantos títulos como Valero en el Barcelona, y resulta difícil encontrar parangones en Europa: lleva 45. Entre ellos, tres copas de Europa, cinco de Recopa, dos de la Supercopa de Europa, ocho de Liga, y siete de la Copa del Rey. Sin embargo, no es extraño que haya sido este año el de su elección, puesto que la pasada temporada la cerró con seis títulos de las siete competiciones en que el Barça participó: Copa de Europa, Liga, Copa del Rey, Supercopa de Europa, Supercopa de España y Lliga Catalana.

Todas estas circunstancias han creado en torno a Valero un aura de triunfador. Pero él permanece fiel a los principios básicos que le han llevado a la cumbre: ser honesto consigo mismo y con los jugadores. "En el equipo no quiero a nadie que no esté a gusto o que no se sienta orgulloso de estar en el Barcelona", asegura. Y lo cumple. Es severo en el vestuario. Y algunos jugadores no entienden a veces la férrea disciplina que impone. "Eso me ha llevado muchos disgustos. Me ha costado incluso amigos. Pero no puedo renunciar a mi honestidad y seguir siendo feliz", afirma.

Sus tesis son sencillas, pero duras de llevar a cabo. Ahora mismo se enfrenta a una situación peculiar en el vestuario, planteada por la presencia de un miembro de la familia real española: Iñaki Urdangarín, casado con la infanta Cristina. Es probable que a otro técnico esta situación le hubiera supuesto perder el temple en el vestuario. A él le ha producido algunos quebraderos de cabeza. Pero poco más. Ha logrado mantener unido a un grupo, que a punto estuvo de rompérsele por la incomprensión de unos y las níñerías de otros.

Para el deporte español es un lujo contar con un técnico de este nivel. Probablemente Valero Rivera no cuenta con el prestigio internacional de muchos otros, como algunos técnicos de fútbol o de baloncesto, por el simple hecho de que el deporte que ha elegido es más minoritario y queda fuera de los circuitos de promoción en la mayoría de las ocasiones.. Pero su verdadera categoría deportiva y humana no ha escapado esta vez a la sensibilidad de los hombres del deporte español. Por eso le han elegido como el mejor técnico del año.

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