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FÚTBOL 17º JORNADA DE LIGA

El Atlético se empantana

El equipo de Antic remontó dos veces, pero acabó perdiendo ante el Mallorca

Carlos Arribas

Titánica se presentó la tarea ya desde el primer minuto -el Mallorca repitió tres días después del que endosó al Betis un gol antes de cumplirse el primer minuto-, titánica seguía presentándose en el minuto 90, e imposible un minuto después. Oscura acabó la noche atlética. Repetición de la jugada de Tenerife, pero más difícil todavía: sin luces y con problemas en todas las líneas. Evidentemente, la remontada heroica del Heliodoro no se repitió en la, noche lluviosa del Calderón. Un equipo no puede convertir su marcha en la Liga en un recorrido milagroso.El partido se atascó desde el principio en el centro del campo. El Atlético -sin Kiko y Juninho- siguió olvidando que la línea más corta entre dos puntos es la línea recta. El Mallorca, a gusto en el barullo, no tenía ningún motivo para recordárselo. Y del barullo salieron las jugadas definitivas, embarulladas, claro.

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Fue culpa del mal estado del césped, se podría alegar, pero esa circunstancia sólo perjudicó, en todo caso, al Atlético, claramente en los dos primeros goles baleares. Lo que obliga a mirar hacia otra parte.

Podría hablarse, como en la primera parte frente al Tenerife, de falta de concentración defensiva. 0 de falta de adecuación de los medios a los peligros. Sobre todo los medios defensivos. El Mallorca, con delanteros -Moya (luego Amato) y Gálvez- que jugaban retrasados, forzó a salir de su zona, allí donde se perdían, a los defensas. Y si no les sacaban, allí estaba Geli, en noche nefasta -dos goles mallorquines llegaron por su banda, uno tras fallar el lateral un gol a puerta vacía- para facilitarles la tarea. De nada servía en esa banda la presencia de Aguilera: en ataque, en el primer tiempo, no existieron las bandas atléticas.

El Mallorca, que llegó al Manzanares con la urgencia que dan cuatro derrotas consecutivas y la necesidad de un revulsivo para no hundirse hacia los puestos del descenso, se encontraba a gusto en ese escenario. El gol carambolesco del primer minuto, además, les justificaba. Destruía mucho en el centro -casi todos los balones divididos acababan en poder mallorquín, se mostraba contundente en defensa y tenía la ventaja de la descoordinación defensiva atlética para que sus delanteros no sufrieran mucho creando oportunidades. Hizo un partido consecuente: todo facilidades por parte rival. ¿Para qué esforzarse más que en destruir? El resto lo haría la movilidad de unos delanteros hábiles para romper líneas.

Pantic llevó el peso del equipo de Antic. Lo intentó hacer con criterio en el primer tiempo, con pases largos buscando el desmarque de Vieri -jugó 45 minutos y se mostró falto de forma: se retiró con una sobrecarga muscular- o las entradas de Lardín y Ezquerro. Pero la cosa no funcionaba: está demasiado acostumbrado el Atlético a las penetraciones de Juninho, a las paredes y desmarques de Kiko. Los pases largos no rompían. Lardín no recibía juego; Ezquerro no culminaba las arrancadas. Sólo un balón pudo aprovechar Vieri: sacó un centro imposible de una situación imposible; le regaló un gol a Geli. El lateral regaló el balón a la grada.

El Atlético no renunció a dar la vuelta al partido, ni Antic al equipo. En el descanso, José Mari y Bogdanovic entraron por Geli y Vieri. Dos minutos después, ambos crearon el gol del segundo empate. Coser y cantar parecía la remontada. Las bandas volvían a existir y el Mallorca, una vez más, daba la impresión de no saber cómo cruzar su campo. Y ya se preparaba el Calderón a celebrar la remontada definitiva: salió Futre. El equipo no podía sino irse hacia arriba, pobre de aquel al que encontrara en su camino. ¡Ay! Un destello de clase de Valerón acabó con todo.

Hasta el talismán se le gafó al Atlético. El recurso al juego a la desesperada, el guión en que mejor se mueve el Atlético de las ausencias, tiene sus limitaciones. Hay árbitros que no se creen todas las caídas en el área; defensas que saben despejar y no se aturullan y autocrean barullos; hay veces en que la suerte no transforma un disparo desviado en una ocasión de peligro, pese a que las gradas soplen para ello.

Regreso al atasco, y ahora más fuerte: el Mallorca, marcados tres goles creyó ya cumplida su tarea y necesario retornar al cerrojo sin complejos de culpa.

El Atlético se empantanó en el calderón, reflejo del empantamiento en el que se ha sumido en la Liga. No lucha para ganar sino para superar situaciones imposibles. Está al borde de perder la fe en su potencial. Sería lo peor que le podía pasar, porque, ahora, la victoria del equipo de Antic es un asunto de fe. Sólo falta que vuelvan Juninho y Kiko. Y que cada partido no empiece por convertirse en una lucha heroica.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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