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La verdadera televisión del pueblo

En Estados Unidos, la gente hace y dice lo que quiere en 1.500 canales de acceso público

Cualquier día en cualquier ciudad de Estados Unidos, se puede ver en televisión un programa casero sobre derechos de la mujer negra, estilo de vida homosexual, satanismo, pirateo de cintas de vídeo o el ombligo del vecino. No está mal para el país del puritanismo moral y la censura económica. Con absoluta independencia comercial y libertad de expresión sin paliativos, en EE UU funcionan 1.500 canales de acceso público, donde cualquiera puede hacer y decir lo que quiera a una cámara de vídeo y luego emitirlo en el ámbito local.Aunque se viene haciendo desde comienzos de los años setenta, la televisión de acceso público es ahora un fenómeno en auge en Estados Unidos y de moda en ciertos círculos. Apenas se habla de ello porque no mueve dinero, ni publicidad, ni caras famosas. Ni siquiera su programación aparece en la prensa. Tampoco es una plataforma de grandes debates: su interés recae en su propia existencia.

Anthony Reddle, director ejecutivo de Manhattan Neighborhood Network (MNN), que tiene cuatro canales de este tipo en Nueva York, explica que el acceso público existe porque los proveedores de televisión por cable usan propiedad pública para instalar sus sistemas: las calles, las aceras, los subterráneos por donde ponen el cableado, son de todo el mundo. Por eso la Administración les obliga a ceder parte de su sistema a la comunidad.

La gente graba sus vídeos donde quiere y los manda a la emisora, donde hay una lista de espera. Si alguien carece de medios, puede ir a la emisora a recibir un cursillo de producción y luego usar un estudio gratis para hacer su programa. Es la absoluta expresión de la democracia: cobran voz quienes no la tienen y se abren las puertas también para el vídeo guerrillero, el arte underground y cualquier tipo de opinión o práctica, por extrema que parezca. "El grado de libertad de expresión que tenemos en la televisión de acceso público es similar al que hay en un parque", dice Anthony Reddle. "Se puede decir literalmente lo que se quiera, pero hay cosas que son ilegales. Eso lo deciden nuestros abogados, no hay ninguna instancia pública o superior que nos dicte los límites. Es una gran herramienta para la tolerancia. Tenemos tres programas hechos por personas sin hogar. Tenemos otro sistema de valores que las grandes cadenas", añade. Lo único que está prohibido es la emisión de publicidad y que en los programas se incite al consumo de determinados productos.

¿Cómo se financia entonces la televisión de acceso público? Con el escaso dinero de mantenimiento que los proveedores de cable pagan al municipio correspondiente. En el caso de MNN, se trata de 1,2 millones de dólares al año (unos 175 millones de pesetas). Cuando una ventana de estas dimensiones y potencial se abre para proporcionar un servicio a la comunidad, es inevitable que el hueco sea aprovechado por mensajeros de lo extremo, circunstancia que ni siquiera es polémica.

Mezclando el valor social con la ignominia total, en este tipo de canales pueden verse programas sobre salud, viajes, problemas del vecindario, gastronomía, debates y entrevistas, todos hechos con escasos medios. Pero también absurdos monólogos sobre religión, telenovelas de ficción mal hechas, películas de vídeo pirateadas y puestas en collage con otras imágenes, montajes psicodélicos y espacios tan inquietantes como Podrido hasta la médula, El show de Freddy López, Entretenimiento exótico o Destruye la televisión.

Es normal conectar un canal de acceso público y ver a un enano tocando un piano electrónico, una chica en la ducha, un tipo hablando de su peluquín y otro sobre el Estado de Israel. El programa de acceso público más famoso de Nueva York era Squirt TV, protagonizado por un chaval de 12 años que comentaba películas y discos desde su dormitorio. El espacio se hizo tan popular que la MTV lo compró, arruinándolo en pocos días. Una prueba de que las maquinarias comerciales y el sector del acceso público son, afortunadamente, incompatibles.

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