Contraste de albergues

Necesidad obliga. Más de 600 personas, cuyos coches habían quedado varados entre la nieve y el hielo, pasaron las noches del jueves y el viernes en albergues improvisados y, realmente, dispares. La cárcel de Ocaña II, en Toledo, acogió a unas 400 y el colegio franciscano Melchor Cano, en Tarancón (Cuenca), a unas 200. A ellas se sumaron en ambos casos soldados del Ejército llamados a colaborar en la evacuación de los afectados.Según cuenta Fermín Salcedo, su director, la solidaridad en la prisión fue enorme. Cuatro funcionarios y 20 reclusos lo organizaron todo -cama y comida- y empezaron a recibir a las primeras víctimas del temporal a las dos de la madrugada. "Había gente que pensaba que iba a estar entre los delincuentes. Cosas del morbo carcelario y peliculero", indica, a modo de anécdota, Salcedo. "Nosotros teníamos todo lo que esa gente necesitaba en sus circunstancias", añade, "y se lo dimos. El horno no paró de hacer pan. Repartimos 5.000 bocadillos, algunos especiales para unos musulmanes que se habían quedado tirados en su autocar, y 1.150 litros de café con leche".También se habilitó un teléfono para que quien quisiera llamase a su familia y dos médicos atendieron a los que precisaban tratamiento, como algún diabético que requería insulina con urgencia, o padecían ataques de nervios por todo lo ocurrido.

"Nuestro internado ocupa dos plantas del edificio", explica, a su vez, Pedro Esteban, jefe de estudios del colegio, "y ahora estánsin alumnos. Entre la primeranoche y la segunda durmieron en ellas más de 200 personas".

El único problema era la falta de mantas, pero la Cruz Roja se apresuró a proveerles de ellas. La comida estaba asegurada. "El pueblo se portó de maravilla ante nuestro llamamiento", agradece Esteban; "también hubo casas comerciales que nos trajeron de todo, incluso leche especial para los bebés, algunos de los cuales llevaban casi 24 horas sin haber probado alimento".