_
_
_
_
_
FÚTBOL: DÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Atlético y su contraste

Los rojiblancos vuelven a maravillar en ataque ante el Compostela, pero no remedian sus males defensivos

La desproporción defensa-ataque en el Atlético es terrible. Por atrás, hace agua; por delante, da gusto. Sigue majestuoso arriba, en cuanto la pelota aterriza en los pies de Kico, o Juninho, o Lardín, o José Mari, o Bogdanovic... Cualquiera parece capaz de construir un portento de jugada, de doblar a la defensa que se coloque enfrente, de poner de pie el graderío. Pero el Atlético permanece inseguro atrás; nervioso, desincronizado y torpón. Y tal vez en ese pronunciado contraste se esconda su encanto. Al menos, para el espectador, que disfruta de lo lindo y se harta de ocasiones, acciones bonitas, goles y fútbol. Puede que Antic opine otra cosa -ya se sabe que los entrenadores suelen preferir un 1-0 a un 5-4-, pero no debe: en realidad, él es uno de los principales responsables del agujero defensivo del Atlético. El Compostela hurgó ayer de nuevo en la debilidad trasera de los rojiblancos, pero su falta de puntería, su blandura de remate, le penalizó severamente.El partido amenazó tormenta para los rojiblancos en sus primeros compases. Ohen, por dos veces, y Penev se plantaron cómodamente ante Molina, pero no apuntillaron. Sus disparos siempre salieron demasiado elevados. No llegó el tantas veces repetido gol en contra para el Atlético, pero sus problemas de retaguardia se agudizaron. Desde que Antic empezó a meter mano en su línea defensiva, quitando y poniendo laterales, reconvirtiendo la ubicación de los centrales o alternando el medio centro, el Atlético se ha roto por atrás. Ayer, el técnico volvió a hacer un amago de reforma, pero fue peor el remedio que la enfermedad: Prodan ocupó el sitio de Andrei y, acto seguido, las cercanías de Molina fueron un auténtico despropósito.

Prodan es un buen tipo, un profesional modelo, pero el fútbol no está entre sus mejores cualidades. Tiene cuerpo de defensa, no hay duda, pero no sabe defender. Mide mal, anda siempre acelerado y tácticamente es una ruina. Si la defensa sale, él se queda; si sus compañeros se quedan, él se marcha. Es innegable, eso sí, que pone toda la voluntad del mundo y que gracias a ella, a veces, como ayer, salva goles bajo la raya.

El Compostela supo cómo tratar las lagunas defensivas del Atlético. Es el gallego un equipo estimable. Carece de pegada, pero maneja bien la pelota y siempre está ordenado. Hay mucho de táctica en su estilo, pero ésta siempre es bienvenida en los equipos que juntan individualidades de rango menor. Lo mejor son sus movimientos de apoyo, que tienen memorizados tanto el que posee la pelota como los que acuden a socorrerle.

La diferencia estuvo en la puntería. Porque el Atlético marcó en su segunda llegada. Kiko cosió la primera al palo y Aguilera introdujo la siguiente, a los 10 minutos, en la red. El gol, aunque no limpió el panorama de sustos, animó a los rojiblancos, que juntaron a partir de ese instante media hora excelente en ataque. Hubo un tanto más y, sobre todo, dos acciones sublimes.

La primera la firmó Juninho. Molina le lanzó la pelota con la mano y el brasileño le puso motor a su diminuto cuerpo. Recorrió el campo con el turbo puesto, sorteó con habilidad a Passi, luego hizo lo mismo con Mauro, y conectó un derechazo magnífico que se empotró en la cruceta. Se lama Juninho, pero bien podría llamarse Speedy González.

La segunda fue más calmada y la inventó Kiko. Andaba con el balón dentro del área, mal perfilado y demasiado acosado, cuando de pronto se sacó de la chistera un taconazo antológico, suavecito y preciso, al que no llegó pese a su esfuerzo ningún jugador rival y sí Bogdanovic. Ponk, con una salida decidida, evitó el tanto.

Tras el descanso, el partido conservó el guión. Con ataques por los dos bandos, buen juego, ocasiones y unos cuantos gambazos defensivos. El Atlético se cosió al viento de popa que soplaba el marcador. Y el Compostela, aunque fue asumiendo con resignación la derrota a medida que avanzaba el minutero, siguió dejando una buena impresión. La tarde se cerró con dos nuevos tantos, ambos con cierta carga emotiva. En el 3-0, Santi le regaló el lanzamiento de penalti a Pantic, un tipo que no vive sus mejores días como futbolista y que andaba necesitado de protagonismo. El 3-1, un tanto excelente, lo marcó Penev, uno de tantos damnificados de la era Antic, pero que sigue conservando el cariño del Calderón.

El Atlético prosigue su rumbo. Maravilla en ataque, donde se muestra demoledor, y tiembla en defensa. Una combinación mágica que, más allá de las lecturas profesionales de los entrenadores, genera espectáculo y hace feliz al fútbol.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_