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FÚTBOL: OCTAVA JORNADA DE LIGA

Nuevo fracaso del Valencia

Un diezmado Oviedo consigue empatar en Mestalla en un mal partido

Entre indignado y adormecido, el público abandonó un día más Mestalla tras contemplar un nuevo fracaso de su equipo. Cinco puntos en ocho jornadas y ningún triunfo en su estadio es el balance del tercer presupuesto del campeonato. La gente se dirigía para protestar al palco, pero allí no estaba el destinatario, el presidente, Paco Roig, que volaba en esos instantes camino de Japón, en un viaje comercial de empresarios valencianos. Como de costumbre el partido fue mortecino: el Valencia marcó por la gracia efímera de Romario, se hundió en su área de manera incomprensible y esperó el empate de un Oviedo que, una vez conseguido, no podía ni creérselo (había llegado con muchas bajas a Mestalla). Lo había merecido, en cualquier caso, pues resultó ser más respetuoso con el fútbol.Y eso, en un nuevo arranque prometedor de Romario. A las primeras de cambio, Romario se fue a visitar al joven meta ovetense, Esteban, que debutaba como titular en la Liga, y se le cayó el mito de Romario encima. Le cruzó el cuero con la sencillez de los goleadores instintivos. No se sabe si bajo el efecto de sus salidas nocturnas, o bajo el influjo de la llegada de su esposa, Danielle Favatto, Romario cumplió lo prometido: el gol. Y se lo dedicó a su entrenador, Claudio Ranieri, quizá por entender a tiempo que sobre Romario no manda más que Romario.

Pero, salvo las fugaces apariciones del delantero carioca, la primera parte resultó fundamentalmente casposa y el público, que de normal se conforma con poco, tampoco se le puede considerar imbécil. Con un Valencia desasosegante y un Oviedo muy limitado, el fútbol pasó de largo. Y Mestalla abroncó a sus jugadores, por primera vez en la temporada. En este aspecto, la grada está especialmente recelosa de los jugadores argentinos, Cáceres, Piojo López y Ortega, con quienes se muestra más intransigente. Quizá porque esperaba mucho más de ellos.

El equipo de Ranieri presenta un perfil fracturado en dos: por una parte, la nube de defensores siempre alerta para proteger la guarida; por la otra, los designados por el técnico para establecer la obligada conexión con Romario. El problema radica en la falta de comunicación no existe. No tiene fluidez por las bandas y Ortega, fuera de forma, está demasiado solo para conectar con profusión con Romario.

Básicamente, al Valencia lo sustentaron en este primer tiempo Fernando y Romario, probablemente los dos jugadores con mayor talento, pero también dos de los que más años acumulan. La edad no es cuestión baladí en este Valencia, que se hunde a medida que pasa el tiempo de juego.

Tras la reanudación, el Oviedo tiró de su mayor frescura para divisar mejor a Zubizarreta. Para entonces, inicio del segundo periodo, el Valencia ya había quedado varado en su territorio y sólo le interesaba algún contragolpe. Casi sin pretenderlo, al conjunto de Tabárez se le presentaron motivos para empatar.

Con el Valencia hundido en su campo, Romario se convirtió en un náufrago. Solo y perdido. Ranieri decidió retirarlo y la hinchada se le echó encima al técnico. El lógico. Se le prometió un Valencia campeón, no un equipo vulgar y ramplón.

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