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FÚTBOL: OCTAVA JORNADA DE LIGA

La Real saca fruto a la rutina

La Real Sociedad tenía una cita con la rutina después de protagonizar el acontecimiento principal de la jornada anterior. El Mérida era un rival incómodo por anodino, un colectivo de los que no motivan ni al público ni a los jugadores, un grupo sin más presencia que la numérica. El partido no estaba previsto para una fiesta.La Real Sociedad confiaba en el medio ambiente, ese argumento extrafutbolístico que presupone la supremacía natural de la jerarquía. Por eso prescindía de De Pedro o de Aranzabal y apelaba a menudo a futbolistas de menor estatus, más corajudos y muchísimo más limitados.

Y en esto se lesionó Mild dejando su lugar a Craioveanu. El rumano es jugador de gatillo rápido y la primera bala la incrustó en la red de Navarro Montoya con un tiro preciso a la media vuelta. A priori, el libreto estipulaba que ese acto debía dar por terminado el encuentro. La Real Sociedad había disparado dos veces obteniendo una diana. El Mérida, ninguna. El gol de Craioveanu dejaba a los visitantes sin argumentos, a merced de un rival que ya había cumplido su única misión.

El Mérida cambió levemente de actitud tras el descanso. Los cambios de D'Alessandro surtieron efecto. La entrada de Pirri y Sabas añadían velocidad y profundidad al equipo por los costados y le permitían ensanchar el campo. Autoconvencida en su supremacía teórica, la Real Sociedad se fue a los infiernos de la más absoluta rutina. Sólo le preocupaba el reloj, que acabara aquel trámite. El bostezo dio lugar a un gol famélico. En un saque de esquina nadie se percató de la presencia de Jaime en el área grande que remató a placer el centro de su compañero obteniendo un empate tan extraño como singular.

Pero la expulsión de Mariano acabó con el Mérida, condenado a recluirse en su guarida en espera de tiempos mejores. D'Alessandro juntó filas y arengó a la muchachada para resistir un bombardeo constante. Su actitud heroica duró 17 minutos hasta que Kovacevic se sacó el gol clásico del delantero a la antigua usanza, llevándose colgado de la camiseta a su marcador y batiendo al guardameta desde el suelo.

El Mérida fue el rival esperado, que apeló al sacrificio y no pudo contar con más destellos de calidad que los libres indirectos ejecutados por Sinval y la profundidad del ex atlético Pirri. La Real perdió la creatividad y acabó salvando el mobiliario en acciones individuales.

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