El día de los nuevos escaladores españoles
Triunfo de Jiménez Zülle mantiene su margen Rominger rememora viejas glorias
Memorable. El deporte saca a veces rosas en el desierto y ayer fue una de ellas. Cuando parecía estar todo vendido en esta Vuelta siempre a trasmano en el calendario, surgió una etapa espléndida. Aunque los modestos puertos de Navacerrada o del Alto de los Leones sean un mínimo recuerdo de los Aubisque o Tourmalet franceses, fueron el escenario suficiente para que se viera una gran jornada ciclista. Y no porque cambiara nada de lo sustancial en la general (siempre dominada por Zülle con el mismo margen sobre Fernando Escartín y Laurent Dufaux, sus principales rivales), sino porque el relevo de escaladores españoles dio un recital. José María Jiménez (Banesto) culminó al fin una de sus batallas y lo hizo a lo grande, por delante de Daniel Clavero (Estepona-Toscaf) y de Roberto Heras (Kelme), que parece ser el siguiente caso Santi Blanco en fichar por el Seguros Vitalicio.Jiménez salvó otra vez el honor de Banesto, un equipo acostumbrado a dejar a los demás jornadas como la de ayer y que ahora debe conformarse con las migajas. Pero el cambio de protagonismo a veces es rentable. Este corredor Guadiana (como ya hizo en el Tour), que aparece y brilla un día para desaparecer al siguiente, ha seguido su tónica en la Vuelta. Tras fallar unas veces y no rematar otras, ayer se sabía que iba a intentar ganar definitivamente la general de la montaña. Y de su irregularidad podía caber todo. Y cupo. Pasó ya tras Rominger, un escapado de lujo, por el alto de Navacerrada, delante de Jalabert y empezó a dejar clara su supremacía en las cumbres. Pero se le vio tan asfixiado arriba, que con su curriculum nadie hubiera apostado nada por él. Se dejó ir, descansó y en el siguiente puerto de Los Leones volvió a la carga. Ya se vio entonces que Zülle estaba demasiado fuerte para tan pocas cuestas y Escartín apenas amagó algún ataque imposible durante unos segundos. La general no se tocó ayer.
El día era de los desheredados como Jiménez, descolgado a media hora en la general. El Chaba, como se le conoce por su carácter (apócope de chabacano, que le decían en su época de aficionado en Guipúzcoa), se fue en la última subida de primera tras los suizos Richard (Casino) y Jeker (Lotus). Hundido Rominger, el español se quedó solo en cabeza con el campeón olímpico, Richard. Pero el día era español. Por detrás saltaron Clavero y Heras en busca de mejorar su situación entre los 10 primeros de la general y alcanzaron a Richard y Jiménez. Un final emocionante, que podía terminar con un frustrante triunfo extranjero. Pero Clavero atacó y se llevó valientemente a Heras. Parecía otra decepción de Jiménez cuando volvió a salir su casta. Se levantó de la bicicleta como un obús y dejó clavado a Richard, que acusó su esfuerzo de llevar la escapada para no ser cazado por más corredores. Clavero se descuidó mirando a Heras en su marcaje y Jirnénez pasó a ambos espléndidamente en uno de esos finales de etapa que hacen afición. Rosas en el desierto, sin duda.
La gran jornada tuvo también su espacio para el recuerdo. Claudio Chiappucci, uno de los históricos en los últimos años, se hizo notar anteayer y otro, Gianni Bugno, anda perdido a más de dos horas de la cabeza en la general, pero aún quedaba un tercero, el de mejor palmarés, Toni Rominger, por dar alguna muestra de su clase. Y ayer lo hizo. Acabó dando pena, pero lo hizo. Y obligó a todos a hacer un ejercicio de memoria por su pundonor. Fue bonito ver escapado, hasta con más de 12 minutos de ventaja al plusmarquista de triunfos en la Vuelta, los tres últimos con calendario de primavera, 1992, 1993 y 1994. Era su despedida de la carrera que le dio más prestigio.
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