El fantasma de Zadrobilek
La larga cabalgada del corredor del equipo Euskadi Iñaki Aiarzagüena resucitó durante gran parte de la carrera el fantasma de Zadrobilek, vencedor de la Clásica del año 1989 después de una escapada heróica. Se presentó en solitario en el Boulevard donostiarra sin que nadie le conociera y descuartizó todas los pronósticos y quinielas.
Aiarzagüena intentó emular a aquel austriaco, aunque no le sonrió la fortuna. Se santiguó en la línea de salida y, a renglón seguido, se despidió de sus compañeros de carrera. Quiso hacer historia desde el kilómetro 2,5, pero hubo de conformarse con consumir minutos de televisión y acaparar una abultada lista de premios. Pero no le tocó la lotería. Invirtió muchas ilusiones, demasiadas ilusiones para sorprender a un pelotón ambicioso. Los kilómetros, el achicharrante calor y la pujanza del pelotón le minaron las fuerzas y le comieron los minutos de forma frenética (perdió 10 minutos en 40 kilómetros).
Primero, tímidamente, Banesto y después la legión de Festina cuando se alzaba la carretera en Jaizkibel desbarataron una carrera en solitario que se prolongó durante 165 kilómetros. Tuvo fuerzas para llegar a la cima de Jaizkibel en primera posición y después dejarse llevar hasta la meta con las escasas energías que le quedaban. En la llegada recibió un buen número de felicitaciones, no en vano se erigió en el primer protagonista de la Clásica 97.
En su haber queda ahora la satisfacción de haberlo intentado y de recoger en el podio de meta un ramillete de galardones: los premios a la combatividad, a la escapada más larga, el de la montaña, las metas volantes y los sprínts especiales.
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