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CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO

García Bragado, segunda plata

Los ganglios y la deshidratación impiden al español optar al oro en los 50 kilómetros

Jesús Ángel García Bragado sufrió para ganar en los 50 kilómetros marcha la segunda medalla de plata del atletismo español en los Mundiales. Nunca lo había pasado tan mal. Al final no pudo con el que temía como principal enemigo, el polaco Robert Korzeniowski, pero demostró su bravura. Desde el kilómetro 35, empezó a tener problemas de deshidratación, con calambres en los abductores debido a ello y a los ganglios que ya tenía inflamados, y la amenaza de la descalificación terminó de convertir su parte final de la prueba más larga del calendario en una auténtica odisea. El marchador madrileño tuvo que ser atendido en la clínica del estadio, donde vomitó al no asimilar siquiera los líquidos que inigería. Tardó largos minutos en recuperarse del esfuerzo, pero al final mereció la pena.Aún no había amanecido cuando se levantó Bragado. Eran las cinco de la mañana. No era nuevo para él, porque esa es una de la obligaciones de su trabajo y el entrenamiento ha sido la misma historia madrugadora. La prueba comenzaba a las siete. Atenas tenía una temperatura ideal, sobre los 20 grados. Y muy poca humedad. Se confirmaba lo que Bragado había comprobado al llegar: el clima le seguía favoreciendo. Era un día tranquilo y él estaba relajado. Había dormido siete horas a pierna suelta. Eso había sido lo más importante. No tanto el número de horas como la intensidad. Ya habría tiempo de dormir la siesta como habitualmente se había tenido que acostumbrar. Y esta vez el descanso iba a ser más que obligado.

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Llegó al estadio y se colocó la gorra con la visera para atrás, a lo Ivanisevic, aunque bastantes centímetros más abajo. Unos 20. El madrileño mide 1,71 metros y pesaba 62 kilos, al menos dos más de los que perdió ayer en el tremendo esfuerzo. Según había prometido salió atrás para comprobar las operaciones. Tan atrás, incluso, que en la primera vuelta a la pista pasó el antepenúltimo de los 42 participantes, descolgado de un largo grupo de 38. Quien no le conociera no hubiera dado entonces nada por él. Pero en la segunda vuelta ya cogió al pelotón y se colocó también antepenúltimo. En la tercera había pasado a ocho marchadores y seguía su remontada. En la cuarta se cortó el pelotón, y no precisamente por el viento, como en ciclismo, con un primer grupo de 19 atletas y un segundo de 17. Bragado era aún el l5º de éste y así se fue del estadio. No como un favorito, pero pronto lo iba a demostrar. Quedaban aún casi cuatro horas.

El finlandés Kononen, campeón de mundo en la anterior edición de Gotembugo 95, había empezado tirando muy fuerte, junto a los dos italianos, Di Mezza y Perricelli, pero una advertencia nada más salir a la carretera pareció cortarle el ritmo. Se descolgó de la cabeza y por allí empezaron a aparecer los dos grandes protagonistas de la prueba, Korzeniowski, que ya andaba cerca desde el principio,. y Bragado, que en apenas unos minutos, cuando sólo se llevaba un cuarto de hora de marcha, ya estaba empezando a decidir el ritmo. Se quitó la gorra y empezó los tirones.

Antes de los cinco kilómetros se fue dos veces, aunque se dejó coger poco después. Pero en cada cambio de ritmo fue haciendo la selección de forma inexorable. No quería demasiados enemigos al final. Antes de los 10 kilómetros ya sólo quedaba un grupo de 11 hombres con él y Santi Pérez, que acabaría 21º, mientras Barroso, siempre peor, abandonó. Iban dos polacos, Korzeniowski y Lipiec; dos rusos, Ishutkin y Matiukhin, el bielorruso Ginko, el kazajstano Korepanov, el mexicano Sánchez, el francés Caudron y el chino Zhao.

A los 10 kilómetros, con otro tirón de Bragado, el grupo se redujo a siete atletas y a los 20, tras un reagrupamiento, lo integraban nueve, pero muchos ya a punto de caer. El mano a mano entre Bragado y Korzeniowski se veía venir. El oro, desde los 35 kilómetros, era ya sólo cosa de dos. Entre el kilómetro 30 y 40 hicieron 43.20 minutos y mataron a todos. Pero a Bragado le quedaba el rival más peligroso. El sol era ya abrasador y el madrileño tuvo que ponerse la gorra, esta vez con la visera hacia adelante.

Quizá Bragado había derrochado demasiadas fuerzas para hacer la selección y aunque evitó otros rivales, no pudo con el más fuerte tras el desgaste. El polaco se marchó en el kilómetro 45, a cinco del final. Marchaba más fluido, sin tanta crispación como el español, al que se veía incapaz para cortar la escapada. Estaba en plena crisis de deshidratación y empezó a sufrir calambres en los abductores. Se cambió la visera de la gorra nuevamente para atrás, pero sólo vio cómo Korzeniowsi se iba cada vez más.

Al cumplirse las 3.40 horas, ya en la carretera paralela al estadio, el polaco miró para atrás y comprobó a qué distancia venía Bragado. Eran unos 50 metros. Suficiente. La diferencia del estado en que llegó cada uno, fue elocuente. A Korzeniowski sólo le faltó la bandera polaca para dar la vuelta al estadio, pero no había ni bandera ni gente. Son las duras mañanas de los ultrafondistas. A Bragado, que llegó tambaleándose y blanco a punto del desmayo, le tumbaron en una camilla en la misma pista y le dieron los primeros masajes en las piernas. Luego, le recuperaron en la clínica interior, aunque tardó más de media hora, e incluso devolvió. Una medalla y 30.000 dólares, casi cinco millones de pesetas, ganados con todo el sudor del cuerpo.

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