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TOUR DE FRANCIA 97

El Telekom cierra balance con superávit

Zabel se adjudica su tercera etapa en un final apretado No hubo abandonos porcaídas Se acabó la semana llana: hoy comienzan los Pirineos

Luis Gómez

La primera fase del Tour concluyó en Pau, a escasos kilómetros de los Pirineos. Es la hora de un primer balance, que apenas será significativo para muchos equipos y algunos corredores. Es el caso de Olano, que se ha limitado a hacer lo que tenía que hacer. Ni más, ni menos. No puede sacar grandes conclusiones. Pero no es el caso del Telekom, que termina con un tremendo superávit: para llegar al Tour a ganar el maillot amarillo no está nada mal disfrutar como aperitivo de tres victorias de etapa, del liderato en la general por puntos y de la general por equipos. El Telekom hizo ayer una especie de fin de fiesta en honor a Zabel: se puso a la cabeza del pelotón y llevaron a su hombre hasta la línea de meta. Todo un exceso. Si hoy hacen algo parecido en los Pirineos habrá que quitarse el sombrero.La octava etapa apenas registró incidencias. Se masca en el ambiente cómo se, acercan los Pirineos. De alguna forma era una última oportunidad para mucha gente, pero eso apenas cambió el guión de los últimos días. El pelotón controla a distancia todo tipo de escapadas y se muestra disuasorio. Para no desentonar se produjo alguna que otra caída, pero sin consecuencias. El gran grupo llegó ligeramente fraccionado a la meta, pero sin registrar ausencias notables. La jornada transcurrió a gran velocidad como consecuencia de un recorrido muy sencillo, de la cortedad del kilometraje (por una vez claramente inferior a los 200 kilómetros) y, posiblemente, de algunas rachas de viento a favor. El pelotón hizo una media de 47 a la hora.

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Todo transcurrió sin novedad hasta los últimos 20 kilómetros, cuando el Telekom se lo debió pensar dos veces. La etapa iba limpia, la actividad de los buscadores de etapa era limitada, y ahí estaba Zabel dispuesto para un nuevo golpe de tuerca. ¿Por qué desperdiciarlo? Como si se tratara de un preaviso, de nuevo los hombres de rosa y blanco se colocaron en formación. Pusieron la velocidad que les interesa y se encargaron de transportar al resto de corredores en un largo vagón. La máquina era el Telekom. No permitieron que nadie se involucrara en su tarea, no dieron relevos a otros corredores, echaron mano de Ullrich y Riis para los últimos metros. Y, tal era su fuerza impulsora que, si se descuidan, Zabel no llega a tiempo al último relevo.

El pelotón cambiará hoy sus costumbres. Y mucho. Han sido ocho etapas, siete de ellas resueltas al sprint. Sólo una escapada ha tenido efecto. Se ha circulado a una media superior a los 40 kilómetros y apenas se ha subido una cuesta. Ocho días con el plato grande a cuestas y el codo bien metido para no perder la posición. Todos los aspirantes están en márgenes de segundos. Todos los escaladores están a tiro de piedra del maillot amarillo. Nadie sabe nada. Todo es mera conjetura. El pelotón es todo un atasco.

Pero hoy será otra cosa y cada cuál tendrá que medir cómo cambian sus sensaciones, cómo sus piernas responden a las primeras pendientes. Hoy los corredores pasarán por el Tourmalet y en el Tourmalet sabrán cómo de fuertes andan. El pelotón perderá ese aire de mayoría silenciosa y no habrá tanta prisa por ir delante. Hoy todos sabrán algo más de sí mismos. Y si les queda tiempo, empezarán a saber algo sobre los demás. El Tour entra hoy en materia. Ya era hora: llevamos nueve días viviendo de una prólogo y una pequeña cuesta de poco más de un kilómetro.

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