Escartín, el último resistente
El aragonés, el que siempre aguanta, se postula como segunda opción española
Llegará un momento en que la resitencia se premie. Puede que al igual que a Zoetemelk, a Fernando Escartín (Biescas, 1969) se le permita un día disfrutar de la gloria del Tour. El aragonés piensa que ese día puede producirse dentro de tres semanas. ¿Cómo discutírselo? El que fuera mejor gregario de Tony, kominger en sus tiempos del Clas ha ido dando saltos de calidad todos los años en el Tour. Hay un dicho en la carrera francesa que dice que el que apunta puede dar. Y Escartín lleva dos años apuntando, dos años entre los 10 primeros, siempre en progresión. Años en los que siempre que se hacía la penúltima selección en la montaña él aparecía por allí, agarrándose casi de sesperadamente al grupo principal. Casi nunca claudicaba, nunca se destacaba.
Ahora, en las vísperas de la edición del 97, el líder del Kelme, que no es ni el mejor escalador ni el mejor contrarrelojista ni el mejor rodador, baraja unos cuantos datos a su favor. El primero es la dureza del recorrido. Una vez pasada la primera semana, la más peligrosa., todas las etapas reclamarán a los escaladores, incluida la contrarreloj, situada estratégicamente entre Pirineos y Alpes. Como el año pasado -cronoescalada después de la primera jornada alpina-, los escaladores no llegarán a su terreno de expresión con el Tour perdido.
El segundo factor a su favor es meramente subjetivo. Se llama confianza. No se sabe si como disculpa o como verdadera causa de su poco brillo, Escartín siempre esgrimía el miedo a quedarse para disculpar su falta de osadía. Este año, dicen, después de su triunfo en la Volta, será diferente. Como si hubiera llegado a la conclusión de que quedar el primero de los españoles, pero lejos del primero de la carrera, no añade nada a su grandeza. Llegado el momento decisivo de los ataques de los que ganaban las etapas y la carrera, el aragonés debería esta vez estar ahí. Para eso ha sacrificado el resto de temporada, para preparar el Tour a base de concentraciones en los Pirineos dirigidas por Michele Ferrari, su entrenador.
Sin embargo, no todo serán virtudes teologales. La fe y la esperanza son fundamentales para ganar, pero no suficientes. Tampoco vale con el espíritu de sacrificio y la capacidad de sufrimiento. Todos los favoritos para el Tour rebosan de esas cualidades. Hay que añadir más, eso que se llama clase, equipo y capacidad para marcar las diferencias en el terreno en el que todos se esperan.
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