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Pinceladas para el Retiro

El IX Certamen de Pintura Rápida convocó en el parque a los aficionados a las bellas artes

Al parque del Retiro le creció ayer una legión adicional de fervorosos admiradores: pintores de toda clase, edad y condición se diseminaron por la mañana a lo largo de sus 130 hectáreas para plasmar el detalle más asombroso, la luz más refulgente, la perspectiva más insospechada. Era la novena edición del Certamen de Pintura Rápida y los aficionados a las bellas artes invadieron el parque pertrechados de pinceles y caballete en busca de algún rincón privilegiado: hasta 57 se contaban apostados junto a la estatua de Alfonso XII, más de 20 inmortalizaron desde varios ángulos la iglesia de San Miguel y San Benito, y otro buen pelotón se afanó en extraer algún encanto inédito de la Puerta de Alcalá.Pero el punto de mayor efervescencia volvió a ser este año el estanque, con su emblemática columnata al fondo. Había obras para todos los gustos, clásicas e impresionistas, de un realismo casi fotográfico o de libérrima concepción. Y algunos, como Pablo Rodríguez, de 27 años, echaron la imaginación a volar: su lago era de un rojo intenso, y en primer plano lo admiraba un célebre personaje de Piero della Francesca. "Soy fantástico y romántico. A mí los arbolitos no memotivan en exceso", razonó.

La propuesta de Esther Plaza, de 35 años, también tenía su miga. En el centro de su lienzo se erguía, nítida, la figura ecuestre de Alfonso XII, pero el entorno se había transformado en un mar de difusas líneas en ocre, verde y azul, "símbolo de la tranqulidad, luces y sombras, del estanque", dijo. Esther había dedicado una semana a trazar bocetos del palacio de Velázquez, pero a última hora se decantó por la sencilez. El tiempo de concurso, desde las ocho de la mañana a las dos de la tarde, era "demasiado escaso" como para andarse por las ramas.

Los artistas, en su mayoría, admiraban el parque y le reconocían ese halo mágico, anárquico y bullicioso que sorprende en medio de la humareda de la gran ciudad. Pero siempre hay lugar para las sorpresas.

Daniel Chinea, de 23 años, por ejemplo, forzó una panorámica al carboncillo del están que con las mastodónticas Torres de Valencia al fondo. ¿Alegoría de la agresión del hormigón al plácido entorno natural? "Nooo. A mí me encanta la arquitectura, en concreto ese edificio. Quería meterlo como fuera", explica al periodista.

Miguel Carmona, de 31 años, enfundado en un mono blanco salpicado de mil colores, combinó también el verde del parque con el gris urbano, pero desde el paseo de la Argentina, a la altura de Antonio Maura. Su cuadro, precioso, lo pergeñó a golpe de espátula. "Desde cerca no se ve nada, pero a cierta distancia cobra una textura personal. O eso creo", explicó.

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