El regreso del prodigio
Ernie Eis no había desaparecido del planeta: su segundo Open de EE UU en cuatro años lo demuestra
La imagen que mejor le cuadra a Emie Els, el surafricano que el domingo ganó su segundo Open de Estados Unidos de golf, es la de un cometa. Cuando brilla, ensombrece todo a su alrededor, y siempre regresa en una fecha fija. Els, de 27 años, puede estarse meses sin dar que hablar, pero siempre vuelve a salir a la luz cuando se celebra un grande de golf. Y casi siempre brilla."Creo que los grandes son especiales para la mayoría de los jugadores, o por lo menos para mí" ' explica. "La intensidad y la presión me excitan, me hacen dar ese 10% de más necesario para estar ahí". Els ha ganado cuatro torneos en el circuito americano, dos de ellos grandes. Fuera de Estados Unidos ha ganado 16 torneos, y se ha especializado en el Mundial Match Play de Weritworth, que ha ganado los tres últimos años. En su primer Open de Estados Unidos, a los 23 años, quedó séptimo, y el año pasado, quinto.
La irrupción de este gigantesco rubio -1,90 y 100 kilos- en el mundo del golf fue fulgurante. Un antecedente de lo que luego sería Tiger Woods, aunque sin tanto ruido ni lanzamiento de estrella del rock. Hace sólo tres años, cuando tenía 24, Els ganó el Open de Estados Unidos, el torneo más deseado en el país del golf. Lo primero que hicieron los comentaristas, necesitados de nuevas estrellas dado el envejecimiento de la generación del 59 -la de Ballesteros, Faldo y Langer- fue compararlo a Jack Nicklaus. Por lo menos era el más joven que ganaba el Open estadounidense desde que Nicklaus lo hiciera en 1962. Pero ahí se acabó todo.
"Llegó demasiado pronto para mí", explicaba Els el domingo, la copa de plata de su segundo Open refulgente a su lado. -"Y durante mucho tiempo fui un actor secundario. Recuerdo que decía a todo el mundo que tenía que ser paciente conmigo, pero quizás yo no fui paciente conmigo mismo. Aunque luego estuve cerca de ganar otro par de grandes. Y eso me dio que pensar".
De todas formas, su estilo de vida sigue sin cuadrar con lo que se espera de una estrella del deporte más comercializado. Aunque tiene una casa en Florida, Els apenas participa en el circuito americano y nunca olvida sus raíces surafricanas.
Y tampoco olvida su calma, casi legendaria, pese a que él diga que sólo es "aparente". En la última jornada del Open, mientras Montgomerie, Lehman y Maggert, los tres que estuvieron empatados con él hasta el hoyo 11º acabaron comiéndose los palos -Montgomerie se echó a llorar tras su último golpe; Lehman se fue al agua en el 17º allí donde Maggert hizo un doble bogey-, Els parecía una roca de tranquilidad, mascando chicle como si tal. "Tenía un arma contra la presión", explicó finalmente. "La noche del sábado estuve hablando con mi abuelo de 89 años, el que metió a la familia en el vicio del golf. Le tuve en mis pensamientos todo el domingo".
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