Cataclismo en los banquillos
El cese de Lillo, en el Oviedo, eleva a 15 los entrenadores de Primera División destituidos en la temporada
La Asturias futbolística se había resistido a la vorágine antientren adores de la Liga de las estrellas, pero la jornada 34 a ha provocado un cataclismo en los banquillos del Sporting y del Oviedo. El miércoles, tras el 4-0- encajado en San Mamés, Benito Floro consumaba una caída largamente anunciada. Al día siguiente, y de forma mucho más brusca, era destituido Juan Manuel Lillo después de que el Oviedo perdiese en su campo por 1-5 ante el Racing de Santander. Lillo hace el número 15 de Primera División en una lista de defenestrados que cuenta con nombres tan prestigiosos como los de John Toshack, en el Deportivo de La Coruña; Víctor Fernández, en el Zaragoza; Luis Aragonés, en el Valencia; o José Antonio Camacho, en el Sevilla.Ya se preveía que la Liga de esta temporada, con cuatro plazas de descenso -en años anteriores fueron dos- y una de promoción, iba a encontrar en los entrenadores las víctimas propiciatorias. Pero en algún caso los nervios han desembocado en histeria. Algunos equipos ya van por su tercer técnico, como es el caso del Sevilla (Camacho, Bilardo y Rubio ), Logroñés (Lotina, Arispe y Aimar) y Rayo Vallecano (Paquito, Zambrano y Hernández). Directivas de algunos clubes, como la del Sporting, navegaron contra corriente durante varios meses, pero la caída en zona de descenso ha acabado con las promesas de continuidad que el presidente gijonés, José Fernández, lanzaba para Floro. La excepción positiva la protagoniza el Extremadura colista durante casi toda la primera vuelta de la Liga, que aguantó a Ortuondo y ahora el equipo figura fuera de la zona de peligro.
El de Lillo es un caso especial. El joven técnico guipuzcoano rechazó vincularse al Oviedo por las cinco temporadas -que le ofrecieron en un principio. Aunque hablaba de un proyecto a largo plazo, firmó por un año y a mitad de temporada el consejo de administración volvió a ponerle sobre la mesa un contrato por tres campañas. Lillo tenía la confianza de los dirigentes y el apoyo casi unánime de la plantilla, pero dudó porque un sector de la afición del Tartiere no le tragaba.El problema de Lillo en el Oviedo ha acabado siendo futbolístico, pero durante muchos meses desbordó ese ámbito. Ya se le recibió desde algunos sectores como un entrenador sin experiencia, entresacando de su historial sólo su reciente despido en el Salamanca. Después, metido ya en tarea, cualquier detalle sirvió para bombardearle: su forma de vestir, de hablar, de pensar, en definitiva, de vivir. Muchos no aceptaron que fuese un entrenador diferente,. que reconociera la injusticia de un resultado favorable y que no buscase las excusas al uso en los reveses.
Lillo ha tenido que soportar en la capital ovetense todo tipo de críticas futbolísticas, improperios del estilo de "analfabeto deportivo", mala persona, encantador de serpientes e incluso enano. Farmacéuticos, camareros, profesores y cualquiera que tuviese un teléfono a mano podía lanzar en algunos medios informativos su diatriba contra Lillo. Los aficionados del Tartiere aprovechaban la abultada derrota del 1-5 del pasado jueves, frente al Racing, para gritarle: "¡Lillo, vete ya!".
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