El Atlético se atasca en Sarrià
Los rojiblancos, impotentes ante un rival disminuido por la expulsión de Pochettino
El Espanyol se afanó un punto, como un gato panza arriba, en una noche de perros. El resultado mantiene el vuelo de los periquitos -11 de 15 puntos- en su remonte por huir de la zona de tiro de la tabla. No le pone a salvo de la escopeta del pelotón que llena la cola. Le invita, sin embargo, al optimismo.Las condiciones que adquirió el partido le eximieron de dar el salto con un triunfo, pues jugó una hora con uno menos ante el Atlético, un equipo que si bien toca a retirada y se desangra en una guerra fratricida, dispone todavía de nombre para intimidar a quien tenga delante. Hoy, como en la mili, el valor se le supone. No lo exhibió ayer tampoco. El Espanyol le despojó de toda su armadura.
Los resultados de la jornada empujaban a los espanyolistas a otro acto heróico. Una vez en el campo, no había posibilidad de dar marcha atrás, así que el grupo de Flores tomó el choque con una gran bravura. La agresividad del grupo blanquiazul doblegó la voluntad del Atlético de marcar el ritmo de la contienda desde la arrancada con dos apuntes de gol por medio de Bejbl y Biagini. No tuvo el equipo rojiblanco ningún otro referente que el cuerpo serrano de Kiko, y la distancia entre el nucleo de resistencia y el ariete le dejó largo tiempo a la deriva.
Le faltó al Atlético la dentadura de Simeone, la bravura de Esnáider y la anticipación defensiva de Santi. Estuvo a merced del Espanyol hasta que el árbitro echó a Pochettino. El equipo blanquiazul atropelló al rojiblanco en una media hora propia de un rally. Bajaban los laterales, clavaban anclas Cobos y Pacheta en la divisoria y serpenteaba Lardín ante los morros de Molina. Viento en popa a toda vela, pues el aire soplaba a favor de los locales, el choque se jugó en media cancha.
El marcador fue mezquino con la actitud generosa del Espanyol. Tener mayoría en cada acción no le garantizó el gol ni tampoco ocasiones para marcar, pues la conducción fue siempre menos solvente que la recuperación del cuero. Le valió, en cualquier caso, para tener el partido bajo control. Hasta que Kiko forzó la expulsión de Pochettino en un mano a mano muy discutido. Pacheta tuvo que bajar al balcón del área para atrapar el descanso y el grupo de Flores perdió presencia en la zona ancha. El Atlético asomó entonces para darle cierta calma a la refriega. No supo. Le faltó criterio en la organización del juego.
Tocar, sobar, espaciar el juego, no le sirvió de nada a los rojiblancos. No tuvo agilidad para armar el juego de ataque. Fue un equipo monótono, previsible, sin imaginación ofensiva. Le bastó al Espanyol repartirse solidariamente su cancha, aguardar bien plantado al contrario y defender cada trozo de césped como si le fuera la vida. El buen posicionamiento, con la entrada de Herrera como segundo central en detrimento del interior zurdo Pralija, le redimió de su inferioridad numérica de la misma manera que Nando redujo el margen de maniobras de Kiko y, por extensión, del Atlético.
La lúcida tarea defensiva del Espanyol contrastó con el espeso, transitar del Atlético. El fútbol directo, de repliegue y salida rápida, muy físico, se tragó el porte más señorial del grupo rojiblanco. Quedó atrapado el equipo forastero en las trampas de Sarrià. Las faltas tácticas dieron paso a un fútbol barriobajero, un juego de aquí te pillo allí te pliego y allá te remato, ante la mirada indiferente de un árbitro más benevolente con las respuestas de los rojiblancos a las afrentas de los blanquiazules.
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