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Democracia rarita

Estamos, vivimos, en democracia. ¿En qué se nota? En que podemos hablar, y hasta escribir, libremente. Y no se trata sólo de libertad de opinión, sino de libertad para el chiste, la chanza, la mofa, el sarcasmo, incluso cuando el destinatario es un poderoso. Cualquier desgraciao puede reírse públicamente de los bonsáis del señor González, los bidés del señor Boyer (OJO. ponía "señor Boyeur") (y de su santa esposa), el bigote del señor Aznar o la boda del señor Álvarez Cascos sin que le pase nada, sin cargársela. En cuanto al apartado "moral y buenas costumbres", tan estricto antaño por la obsesión del poder con el sexto mandamiento, hogaño al parecer abolido, puedo decirles que estamos a la cabeza de Europa en cuestión de aperturismo: ahí sí que no nos cazan en la reválida de Maastricht. Muchas housewives o fraus se quedarían turulatas ante algunas de las intimidades, a veces monstruosidades, expuestas en los programas de máxima audiencia de nuestras teles y que aplauden, celebran, jalean, a golpe de monitor o regidor las señoras españolas de la más o menos tercera edad. Y el día en que esto escribo ha aparecido en el telediario un señor, vehemente como él solo y del PP, para desdecirse, ¡qué raro!, afirmando, más o menos, que ¡qué va!, que ellos no están en contra del registro de las parejas de hecho, que fue un malentendido. De modo que vivimos en democracia, qué chupi, qué guay, cómo mola.Volverán cualquier día de éstos las oscuras golondrinas, aunque en Madrid capital nos hayamos quedado sólo con los vencejos -que son como unos parientes pobres, enlutados y paradójicamente de pueblo-, llegará el verano, se marcharán las cigüeñas que no tengan un suculento basurero a tiro, seguirá la vida y seguiremos nosotros, qué bien, tío, en democracia.

Todo continuará igual, y ahí es donde me entran a mí las dudas sobre la autenticidad de esta feliz democracia, que tanto nos quiere y a la que tanto queremos. Me corroe la perplejidad, me persiguen los recelos, me acecha, ¡ay!, el escepticismo ante multitud de casos y cosas, la mayoría fuera del alcance de esta modesta tribuna madrileña. Pero, bueno, concentrémonos en nuestro pueblo, que también tiene lo suyo. ¿Se acuerdan de la tremenda polémica suscitada el año pasado tras el hallazgo, estudio y sumarísima ejecución de la Casa del Tesoro y el Jardín de la Reina bajo la plaza de Oriente? Para el infortunado arqueólogo señor Retuerce -vaporizado por atreverse a disentir de la doctrina oficial del alto mando edilicio, que lo que quería era hacer su túnel y dejarse de tontunas-, se trataba de "un espacio espectacular y evocador, casi único en la historia de Madrid...". Para el señor alcalde, como si fuera sordo, "han demostrado que allí no había nada". Tras lo cual aplaudió el derribo y zanjó el tema. iOh!, y qué bien, cuán democráticamente escribimos entonces en defensa de las ruinas los lectores de este periódico y los columnistas, ¡qué guay! El PSOE Ilevó el caso a la Asamblea", el mismo partido e IU lo Ilevaron al fiscal", pero, que yo sepa, no hay ningún imputado. ¿Y cómo podría creerse nuestra desesperanzada ciudadanía que la justicia fuera a punir a nadie, con la cantidad de presuntos asesinos y resuntos ladrones multimillardarios que andan sueltos? Pues eso.

Esta primavera ha cundido entre los lectores y algún periodista que otro la protesta por la poda / tala, y la hemos exteriorizado democráticamente, ¡qué chupi!, pero no se nos ha correspondido en la misma forma: el destrozo fue más brutal que nunca.

De modo que resulta lícito preguntarse lo siguiente: si la opinión pública es ignorada, si aumentan en progresión geométrica las tropelías perpetradas contra el ciudadano de a pie y sus quejas chocan con un muro de desdén y silencios, ¿de verdad es esto una democracia? Porque mola, sí, mola mucho el ejercicio democrático de la crítica, !pero si jamás es atendida, paréceme a mí que ahí debe haber trampa. Y, sí, será un consuelo para quienes sepan dibujar meterse con el bigote del señor presidente, pero es poquita cosa. De donde se deduce que ésta es una democracia más bien rarita.

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